domingo, 7 de abril de 2013

Seres humanos, dioses y espíritus.

Los orígenes de la civilización.

Muchos mitos del sureste asiático explican cómo descubrió un héroe cultural ancestral los métodos y las normas de la civilización o cómo le fueron revelados, después de haber estado en posesión de una deidad o un espíritu. Los chewong, pueblo malayo de cazadores-recolectores, explican su costumbre de compartir comida, el maro, en el relato del cazador Bujaegn Yed. Estaba comiendo la presa que había atrapado un día cuando vio a Yinlugen Bud, el Fantasma del Tronco del Árbol y espíritu mas antiguo de todos los seres humanos, que aseguró al cazador que, al no haber compartido su comida, había cometido una transgresión peligrosa, posiblemente fatal. Bujaegn Yed llevó la carne a casa y se la dio a su esposa, encinta. Cuando la mujer iba a dar a luz, el cazador sacó un cuchillo, y estaba a punto de sajarle el vientre, como era costumbre, cuando Yinlugen le enseñó a parir debidamente. Así mismo, contó a la pareja todos los conjuros del nacimiento, las normas del parto y la forma de amamantar. Desde entonces, las mujeres no muere al dar a luz y siempre se comparten los alimentos.

Los iban de Borneo cuentan que un hombre llamado Surong Gunting fue a ver a su abuelo, el espíritu Sengalong Burong. En el camino, las estrellas le enseñaron el ciclo agrícola anual y su abuelo le habló de ciertos rituales, de los presagios de las aves para los cultivos y la caza de cabezas (los iban creen que las aves transmiten mensajes de los espíritus). Cuando Surong Gunting dejó encinta a su tía, Dara Chempaka Tempurong, fue expulsado de la casa de su abuelo, tras haber aprendido que copular entre personas de generaciones contiguas supone una grave transgresión que puede conllevar una cosecha desastrosa. Surong Gunting regresó con los iban y les transmitió sus nuevos conocimientos.