martes, 31 de mayo de 2011

Egipto

Introducción.

Se suele imaginar el antiguo Egipto como una tierra dominada por los dioses, reyes y sacerdotes. Sus templos rebosan de imágenes de deidades y la religión asoma omnipresente a cuantos vestigios se han conservado de sus tres mil años de civilización. Y, sin embargo, poco se sabe sobre los mitos que encarnaba su concepción del mundo. Sólo existen testimonios escritos a partir del 2000 a. C., si bien hay representaciones y alusiones pictóricas muy anteriores a esta fecha: los reyes de la II dinastía reflejaron sus enfrentamientos en el conflicto entre Horus y Set.

Los mitos revestían menor importancia que el culto a los dioses, una actividad estatal esencial que se llevaba a cabo en templos a los que sólo podía acceder el monarca y los sacerdotes. Si el culto se celebraba debídamente, el país prosperaba. El servicio divino se centraba en el cuidado cotidiano de las imágenes de los dioses en sus santuarios. El pueblo raramente participaba en las ceremonias, salvo como espectadores de las festividades en las que las deidades "se visitaban" entre si y las llevaban en procesión, a veces por el río. Los primeros templos consistían en edificios muy sencillos rodeados por cercas, pero aumentaron en número y complejidad cuando empezaron a establecerse relaciones entre los dioses mas antiguos.

Los mitos se desarrollaron al hacerse más complejas estas relaciones. Como no se consideraba correcto una sola versión de cada mito, su contenido se adaptaba a diversas circunstancias y así, por ejemplo, en la Época Baja se transformó el papel de Set, que se convirtió en enemigo de los dioses y fue aniquilado ritualmente.

lunes, 30 de mayo de 2011

Los cielos sobre Misminay

En la aldea andina de Misminay, de lengua quechua, a unos 25 kilómetros de Cuzco, las constelaciones animales y la Vía Láctea continuan ejerciendo gran influjo en nuestros días sobre el pensamiento mitológico y cosmológico.

En Misminay se considera el río Vilcanota no sólo reflejo terrestre de la Vía Láctea, o Mayu, sino parte integrante del reciclado cósmico del agua que fluye entre la tierra y el cielo, de donde vuelve a caer a la tierra en forma de lluvia. Considerada asimismo centro de la esfera celeste, la Vía Láctea se mueve de tal manera en el transcurso de 24 horas que parece formar dos ejes cruzados que dividen los cielos en cuatro partes, cada una de las cuales se denominan suyu. Estos cuatro cuartos constituyen una red celeste que permite a los habitantes de Misminay calcular y caracterizar los fenómenos astronómicos.

La división cuatripartita de los cielos no es un fenómeno aislado, sino que se integra en un mundo más amplio, como equivalente celeste de la división cuatripartita de la aldea, dividida en cuadrados por la intersección de dos grandes senderos y los dos canales de riego mayores que discurren en paralelo a éstos. Los senderos y canales coinciden en una capilla, el Crucero, nombre que recibe asimismo el punto del cielo en el que se encuentran los dos ejes celestes.

El cronista Polo de Ondegardo escribía en 1571 que, en el pensamiento inca, todas las aves y otros animales tienen un reflejo en el cielo, responsable de la procreación y del sustento de sus equivalentes en la tierra. Una característica de la astronomía de Misminay, que recuerda creencias incas anteriores, es el reconocimiento de las constelaciones de "nubes oscuras", como la Llama adulta, la Llama Pequeña, el zorro, el sapo, el Tinamú y la Serpiente, conocidas colectivamente como Pachatira, reflejo de su vinculo con Pacha Mama, madre de la tierra, y con la fertilidad terrenal. Así, cuando Centauro Alfa y Beta ("los ojos de la llama) salen antes del amanecer a finales de noviembre y diciembre, paren las llamas terrenales.

Las constelaciones de la "nube oscura" también revisten importancia por su relación con la estación de las lluvias y con las condiciones atmosféricas en general. La constelación de la Serpiente, por ejemplo, es visible en el cielo durante la estación de las lluvias, pero en la seca está "bajo tierra", es decir, bajo el horizonte. En el pensamiento quechúa, tal circunstancia se corresponde con la aparición del arco iris (concebido como una serpiente multicolor), que brota de la tierra después de una tormenta.

domingo, 29 de mayo de 2011

Los cielos sagrados


Constelaciones de animales y líneas sagradas.

En la visión cosmológica de los incas, el poder sagrado de los fenómenos celestiales se manifestaba en un rico mosaico de creencias que vinculaban los acontecimientos terrenales con los del cielo nocturno. Según una concepción típicamente amerindia, se atribuía un significado mítico y espiritual a los fenómenos astronómicos, actitud que se refleja, en parte, en el carácter celestial de deidades importantes como Inti (dios del sol), Mama Kilya (diosa del la luna) e Ilyap'a (dios del trueno y del tiempo atmosférico). Pero también revestían gran importancia la Vía Láctea y se consideraba a las estrellas deidades menores y protectoras de ciertas actividades terrenales.

A este respecto destacan las Pléyades, denominadas Collca ("El Granero") y consideradas guardianas celestiales de las semillas y la agricultura, y junto a otras constelaciones servían para construir un calendario lunar sideral. También resultaban útiles para promosticar la fertilidad agrícola y la producción animal. Se pensaba que el grupo de estrellas conocido como Orco-Cilay ("la llama multicolor") protegía los rebaños de llamas reales y se identificaba la Chasca-Coylor ("La estrella lanuda") con Venus, estrella matutina.

Si bien no se les puede considerar astrónomos en el sentido moderno, los incas realizaron observaciones sobre ciertos fenómenos celestes, como la salida y el ocaso del sol, y los relacionaron con las fases y los movimientos de la luna. Los sacerdotes-astrónomos observaban los movimientos solares para calcular las fechas de las dos celebraciones rituales más importantes, que tenían lugar en Cuzco: los solsticios de diciembre y junio. En el solsticio de diciembre se celebraba la gran fiestas real de Capac Raymi, centrada en los ritos de iniciación de los muchachos de ascendencia regia, y se observaba el sol al atardecer desde el Coricancha (Templo del Sol, en Cuzco)

Mito, religión. astronomía y el sistema de ceques se entretejían en las creencias de los incas. Observaban, por ejemplo, el crepúsculo el 26 de abril desde el mismo lugar en que se habían estudiado el ocaso de las Pléyades alrededor del 15 de abril, un punto de la plaza central de Cuzco, llamado Ushnuo. Contemplaban el crepúsculo entre dos columnas erigidas en una montaña cercana, al oeste de la ciudad, consideradas huaca sagrada, que estaban situadas en un ceque siguiendo el cual, al otro lado del horizonte, había una fuente sagrada Catachillay, otro nombre de las Pléyades.

El rasgo más destacado de la astronomía inca consistía en el estudio de la Vía Láctea y las constelaciones contiguas de "nubes negras", formadas por zonas opacas de polvo interestelar, como la Yacana ("la Llama") y la Yutu-yutu ("la Tinamou, ave parecida a la perdiz"). Según el mito, cuando la llama celestial desaparece, a medianoche, va a beber agua en la tierra y así evita las inundaciones.

Habitualmente, las llamas se contaban entre los animales sacrificiales más valiosos y se ofrecían en las cimas de las montañas a la luna nueva, y el octubre no daban de comer a las de color negro con el fin de hacerlas llorar, y así pedir lluvia a los dioses.

martes, 24 de mayo de 2011

Viracocha, el creador supremo.


Viracocha era la deidad creadora, omnipresente e inconmensurable que animaba el universo dotando de vida a seres humanos, animales, plantas y dises menores. Ser sobrenatural un tanto distante, delegaba los asuntos cotidianos en deidades más activas, como Inti e Ilyap'a. Tenía una representación en el santuario de Cuzco, donde la vieron por primera vez los españoles, la estatua de oro de un hombre blanco y barbado con una larga túnica, de una altura como la de un niño de diez años.

Para los incas, esta deidad inmanente no tenia nombre y se la denominaba con una serie de títulos acordes con su condición primordial. El más común era Ilya-Tiquisi Wiracoca Pacayacacic ("Antiguo Cimiento, Señor, Instructor del Mundo"), normalmente vertido al castellano como Viracocha. Orígen último de todo poder divino, también se le concebía como héroe cultural, que, tras crear el mundo, viajó por sus dominios enseñando a la gente a vivir y configurando el paisaje. Los mitos sobre sus periplos mágicos cuenta que, al llegar a Manta, en Ecuador, atravesó el Pacífico, en una balsa o caminando sobre su capa (esta última versión podría deberse a la influencia cristiana). Cuando los españoles llegaron a Perú por mar, en 1532, los nativos los creyeron emisarios de la divinidad creadora y los llamaron viracochas, término respetuoso que aún emplean los quechuahablantes.

En los sacrifícios más importantes, que sólo se realizaban en las ocasiones solemnes, como la coronación de un emperador, se ofrecían seres humanos a Viracocha y otras deidades. Se valoraban de forma muy especial los sacrificios de niños, llamados capacochas, y los sacerdotes elevaban una plegaria al dios antes de la ofrenda. Se han encontrado víctimas conservadas por el frío en los volcanes y picos nevados andinos, míticas moradas de los dioses y espíritus.

domingo, 22 de mayo de 2011

El panteón inca

Viracocha, Inti, Mama Kilya e Ilyap'a
La religión inca estaba presidida por un conjunto de poderosos dioses del cielo, el más importante de los cuales, si bien un tanto remoto, era Viracocha. Había tres deidades que intervenían más activamente en la vida cotidiana: Inti, dios del sol; Mama Kilya, diosa de la Luna, e Ilyap'a, dios del trueno y el tiempo atmosférico. Estas y otras deidades representaban sus papeles mitológicos en un escenario típicamente amerindio, impregnado de potencias sobre naturales y esencias sagradas.

Considerado antepasado divino de la familia real inca, Inti era una deidad exclusiva de este pueblo y centro de numerosos rituales estatales: en la ideología inca, el emperador era el "hijo del sol". Solía representarse a Inti con un gran disco dorado rodeado de rayos solares, con rosto humano, y su culto tenía como eje el gran Templo deo Sol o Coricancha, en Cuzco, en el que la reluciente imagen solar del dios estaba flanqueada por las momias con complicados ropajes de los emperadores muertos y rodeada por muros cubiertos de láminas de oro sagrado, el "sudor del Sol". El vinculo mitológico entre el oro y la ideología inca se manifiesta de modo muy especial en el jardín del templo de Coricancha, en el que puede admirarse representaciones en oro y plata de todas las formas de vida conocidas por los orfebres de la época, desde una mariposa hasta una llama.

Aunque, en calidad de religión oficial del estado, el culto al sol ocupaba una posición eminente, no era Inti la única deidad venerada en el complejo de Coricancha. También revestía gran importancia Ilyap'a, dios al que se dirigían oraciones para pedir la lluvia fertilizante, pues era él quien recogía la lluvia del cielo, sobre todo de la Vía Lactea, considerada un río celestial que fluía por el cielo nocturno. La lluvia se guardaba en una jarra que poseía la hermana de Ilyap'a y sólo se soltaba cuando este dios rompía el recipiente disparando con su honda un proyectil en forma de rayo. El trueno era el chasquido de la honda y el relámpago el destello de sus ropas al moverse.

Su venerada hermana Mama Kilya, diosa de la luna y consorte y hermana de Inti, como madre de la raza de los incas, encargada de señalar el paso del tiempo y, por consiguiente, de regular las fiestas religiosas del calendario ritual. Los incas creían que en los eclipses lunares una gran serpiente o león de la montaña trataba de devorar la imagen celestial de Mama Kilya y asustaban a aquel ser haciendo el mayor ruido posible. La imagen de Mama Kilya en el complejo de Coricancha estaba flanqueada por las momias de las anteriores reinas incas (coyas) y el santuario estaba revestido de plata, el color de la luna en el cielo nocturno.

En las creencias religiosas también figuraban otros dioses menores, entre los que destacaba Cuichu, el arco iris, y un grupo de seres sobrenaturales femeninos como Pacha Mama, la madre de la tierra y Mama Coca, la madre del mar.

sábado, 21 de mayo de 2011

El Dorado.


Uno de los rasgos más imperecederos de la mitología Suramericana es la leyenda del Dorado, nombre que evoca imágenes fantasticas en las mentes occidentales. El oro constituía un medio sagrado para muchas civilizaciones precolombinas, como la mochica, la chimú y la inca, debido en parte a su brillo incorruptible y a sus asociaciones rituales y mitológicas con el sol, el mundo de los espíritus y la fertilidad. El oro y la plata del Perú incaico despertaron la imaginación y la codicia de los conquistadores españoles. Gonzalo Pizarro, hermano del conquistador de Perú, organizó una espedición con Francisco de Orellana para buscar la tierra del rey poseedor de tan inmensas riquezas que le ungían a diario con resina exquisita para fijar el polvo de oro con que se adornaban el cuerpo. Pero en realidad, la leyenda de El Dorado tiene su origen al norte del Perú, entre las jefaturas de Colombia, donde se han identificado diversos estilos de trabajar el oro. Juan de Castellanos observó en 1589 que en estas antiguas sociedades colombianas el oro era la sustancia que daba a los nativos el aliento de la existencia, aquello por lo que vivían y morían,

La leyenda de El Dorado se basa en la realidad histórica, en los ritos amerindios que en sus orígenes se celebraban en el lago Guatavita, en los altiplanos de Colombia. Aquí tuvo lugar una ceremonia para celebrar la ascensión al trono de un nuevo rey que, tras una época de reclusión en una cueva, peregrinó hasta el lago con el fin de hacer ofrendas a la principal deidad. Al llegar al lago, el futuro rey fue despojado de sus galas y recubrieron su cuerpo con resina sobre la que aplicaron una capa de fino polvo de oro. De esta guisa se internó en el lago acompañado por sus servidores (cuatro jefes de pueblos sometidos), revestidos de complicados ornamentos también en oro. Incluso la balsa estaba ricamente adornada, y cuatro braseros humeaban con el incienso sagrado. Atravesaron las aguas mientras el aire resonaba con el sonido de flautas, trompetas y cánticos. Al llegar el centro del lago se hizo el silencio y el nuevo jefe y sus acompañantes arrojaron todos los objetos de oro al agua para a continuación volver a la orilla, donde el monarca fue recibido ceremonialmente.

Esta ceremonia impresionó grandemente a los europeos que la pressenciaron. "Caminaba cubierto de polvo de oro con tanta naturalidad como si se hubiera tratado de sol", escribía Gonzalo Fernández de Oviedo en el siglo XVI. En un grabado de 1599 aparecen dos hombres preparando a su nuevo jefe muisca para su deslumbrante toma de poder. Uno de ellos extiende resina en el cuerpo del monarca y el otro sopla polvo de oro por un tubo. En esta representación salta a la vista la influencia europea, pues el grabador (Teodoro de Bry) nunca había estado en las Americas y se inspiró en testimonios de segunda mano.

Sin embargo, la imagen es un poderoso símbolo del influjo de los mitos y rituales amerindios en la imaginación europea y de la fascinación que siempre ha ejercido el oro.

viernes, 20 de mayo de 2011

El mito sobre los orígenes de los incas.


Los antepasados míticos de los incas salieron de tres cuevas en Pacariquetambo ("el lugar de los orígenes"), cerca de Cuzco. Eran tres hermanos y tres hermanas, vestidos con mantos y camisas de lana fina, que llevaban vasijas de oro.

Uno de los muchachos, Ayar Cachi, incurrió en la cólera de sus familiares al hacer grandes alardes de fuerza lanzando piedras con su honda para dar forma al paisaje. Celosos de semejante poder, sus hermanos lo convencieron de que regresara a Pacariquetambo para recoger una copa de oro y la llama sagrada y sellaron la cueva. Pero Ayar Cachi escapó, se apareció a sus hermanos y les dijo que a partir de entonces debían llevar pendientes de oro en señal de su condición regia y que lo encontrarían viviendo en la cima de una montaña llamada Huanacauri. Sus hermanos y hermanas subieron a la montaña, donde volvió a aparecérseles Ayar Cachi, que se transformó en piedra. El tercer hermano, que se autoimpuso el nombre de Manco Capac, fundó la ciudad de Cuzco (con la ayuda de un cayado de oro, según ciertas versiones) en el enclave en el que se alzaría más adelante el Templo del Sol, Coricancha.

Las diversas formas de este mito coinciden en la prerrogativas de la dinastía real inca, como el matrimonio del emperador con su hermana, los ropajes de la nobleza y los orígenes de los santuarios y las peregrinaciones a las montañas sagradas.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Mitos de los Andes


Los incas y sus predecesores.

Caracterizada por cumbres nevadas, volcanes, ríos vertiginosos y elevadas praderas puna, la cordillera de los Andes albergó diversas culturas precolombinas. Este impresionante paraje estaba impregnado de poder espiritual: se creía que las altas cimas eran morada de los dioses y espíritus y se atribuía significado mítico a ríos, lagos, cuevas y lluvias, tradición que se conserva hoy en día, pues se veneran los picos más altos, como Ausangate, con el nombre de Apu, "Señor", y se cree que influyen sobre la fertilidad de animales y plantas. En gran parte de los Andes las peregrinaciones sagradas a montañas elevadas siguen constituyendo un rasgo fundamental de la religión tradicional, que se remonta a épocas precolombinas. Este aspecto de la visión del mundo andino se asocia asimismo con el concepto de huacas, lugares sagrados diseminados por la región en los que se presentaban ofrendas a las deidades locales en épocas preincaicas e incaicas e incluso en la actualidad.

Las antiguas sociedades andinas creían en diversos mitos de origen local, pero la llegada de los incas supuso un reordenamiento político y religioso que quedó reflejado en las remodelaciones de los mitos locales con el fin de adaptarlos a la nueva ideología imperialista de los incas, en la que ocupaba un lugar eminente el dios creador Viracocha.

Para los incas y sus predecesores, el lugar de los orígenes míticos se encontraba al sureste de Cuzco, en las cercanías del lago Titicaca. Según cierta versión, allí creó Viracocha un mundo de oscuridad, habitado por una raza de gigantes a los que había esculpido en piedra. Pero estas primeras gentes desobedecieron a su creador y en castigo se convirtieron de nuevo en piedra en puntos como Tiahuanaco y Pucara, o quedaron sumergidos en la inundación que provocó Viracocha. Solo sobrevivieron un hombre y una mujer, que fueron transportados mágicamente a la morada de los dioses en Tiahuanaco. En la segunda tentativa, Viracocha modeló a los seres humanos con barro, pintó sobre ellos las ropas que distinguían a cada nación y les dio sus costumbres, lengua y canciones diferenciadoras y las semillas que cultivar.

Tras haberles insuflado la vida, les ordenó que descendieran a la tierra y que salieran de las cuevas, los lagos y montañas. Así lo hicieron, y cada nación erigió santuarios en honor del dios en los lugares en los que habían vuelto a entrar al mundo. Para crear la luz, Viracocha ordenó al sol, la luna y las estrellas que salieran de la Isla del Sol, en el lago Titicaca, desde donde ascendieron a los cielos. Cuando subió el sol, Viracocha habló a los incas y a su jefe, Manco Capac, y les profetizó que serían señores y conquistadores de muchas naciones. Concedió a Manco Capac un tocado y un hacha de guerra, distintivos y arma de la realeza. Después, el nuevo rey condujo a sus hermanos y hermanas hasta la tierra, de donde salieron, en la cueva de Pacarictambo. Este mito sobre la creación no sólo representa la versión inca de las antiguas creencias andinas, sino que probablemente conserva la influencia cristiana. En los relatos sobre un gran diluvio, el primer hombre y la primera mujer, la descripción de Viracocha como hombre blanco y los viajes que emprende el dios como figura heroica se aprecian las enseñanzas de los sacerdotes católicos, empeñados en aniquilar el paganismo nativo.

Según el mito contemporáneo de la comunidad quero, cercana a Cuzco, hubo una época anterior a la existencia del sol en la que el mundo estaba poblado de poderosos hombres primordiales. Como Roal, deidad creadora, les ofreció su propio poder, ellos replicaron que no lo necesitaban, y en castigo, Roal creó el sol. Los hombres quedaron ciegos y sus cuerpos secos, pero no murieron, y todavía salen de vez en cuando de sus escondites, al atardecer y con luna nueva. Después, los Apus (espíritus de las montañas) crearon un hombre y una mujer, Inkari y Collari: a Inkari le dieron una palanca de oro y le dijeron que fundara una ciudad en el punto en que la palanca cayera derecha al lanzarla. La primera vez que lanzó el instrumento aterrizó mal; la segunda vez cayó formando un ángulo, y allí construyó Inkari la ciudad de Quero. Encolerizados por su desobediencia, los Apus resucitaron a los hombres primordiales, que hicieron rodar rocas para matarlo. Inkari se escondió una temporada en la región del Titicaca y al regresar volvió a lanzar la palanca: cayó derecha, y en aquel punto fundó Cuzco. A continuación envió a su hijo mayor a Quero, para que lo poblase, y el resto de sus descendientes fueron los primeros incas. Viajó por toda la tierra con Collari, transmitiendo sus conocimientos a las gentes, y por último desapareció en la selva.

domingo, 15 de mayo de 2011

Antiguas religiones


Espíritus, sacrificios y viajes sagrados.

Las antiguas civilizaciones de Sudamérica presentaban rasgos comunes en su postura religiosa y sus creencias mitológicas desde las épocas más remotas. Se atribuía un significado sobrenatural a plantas, animales, ríos y montañas y aunque existían diferencias locales y regionales (como la importancia de los rituales con fuego de algunas culturas) estaban generalizados el culto a una deidad creadora suprema, la veneración a los antepasados y a los seres semidivinos, el sacrificio humano (sobre todo el corte de cabezas) y las peregrinaciones sagradas.

Estas antiguas civilizaciones expresaban sus creencias religiosas y míticas en los textiles, el oro, la plata, la cerámica y la piedra. En este sentido, una de las culturas más influyentes fue el chavín, con su centro en Chavín de Huantar, en los Andes (800-200 a. C.). Unos seres míticos dotados de colmillos presiden el sofisticado arte de chavín, que destacaba por imágenes como la del "dios
sonriente" y el "dios del cayado". Los personajes sobrenaturales que aparecen en los objetos de esta cultura ejercieron una influencia duradera en numerosas civilizaciones posteriores y podrían considerase prototipos de otros seres míticos, como Ai apaec, la deidad con colmillos de los mochicas de la árida costa septentrional del Perú, y el dios lloroso tallado en un bloque macizo de lava de la Puerta del Sol, en el Centro ceremonial de Tiahuanaco. Construida h. 500, Tiahuanaco se encontraba en ruinas en la época de los incas, pero los mitos y culturas de las diversas tribus que cayeron bajo el dominio de este pueblo quedaron asimilados a sus creencias, y se suele equiparar al dios lloroso con Virachocha, el Creador, eje de la mitología inca.

Los viajes sagrados a montañas, fuentes y santuarios de los templos-pirámides revestían gran importancia en la época prehistórica y lo mismo ocurre en la actualidad. El centro de peregrinación antigua más célebre era el santuario de Pachamac, en la costa peruana, donde un clero especializado regulaba el culto de una deidad creadora y de la tierra cuyos devotos enriquecían el templo con oro, ofrecían sacrifícios humanos y animales y a cambio recibían predicciones del oráculo. Los habitantes de la costa consideraban a Pachamac: dios supremo, y ejercía tal influjo que cuando los incas conquistaron la región reconocieron su posición permitiendo que siguiera funcionando su santuario junto al templo de su propio dios sol, Inti.

sábado, 14 de mayo de 2011

Sudamérica



La civilización de la Sudamérica precolombina fue fundamentalmente un fenómeno andino. Si bien florecieron diversas culturas a lo largo de la cordillera, se concentraron en los Andes peruanos, la costa adyacente y el norte de Bolivia. En contraste, las sociedades tribales amerindias ocuparon todo el continente, desde las montañas hasta el extremo meridional de Tierra de Fuego, pasando por la Amazonia. Para los pueblos amerindios prehistóricos y también de épocas mas recientes, el entorno constituía el núcleo de las creencias espirituales: muchos mitos tratan sobre los dioses que crearon el impresionante paisaje andino y sobre los seres espirituales que habitaban en las montañas o las personificaban o que provocaban la lluvia y regían la fertilidad.




Esta concentración de las civilizaciones antiguas en la región media de los Andes se debe en parte a la geografía: una zona relativamente pequeña acoge los paisajes opuestos de la costa del Pacífico, las altas cumbres andinas y las selvas tropicales amazónicas, causa de la especialización económica y de los contactos comerciales. Los mitos y creencias de las sociedades de la Amazonía influyeron desde fecha muy temprana en sus vecinos de las montañas, más avanzados tecnológicamente, influencia que se manifestó sobre todo en el arte de las civilizaciones preincaicas, en el que se repite el tema de los animales y seres antropomorfos de las selvas tropicales.




A pesar de las diferencias, las civilizaciones andinas compartían numerosas características, como el culto a los antepasados y la creencia en un paisaje animado, así como una sofisticada aplicación del oro, la plata y los textiles, que poseían un significado religioso. Si bien ninguna cultura sudamericana creó un sistema de escritura, la riqueza de datos etnográficos sobre los pueblos amerindios modernos y la documentación historica sobre la cultura incaica nos proporcionan abundantes testimónios sobre los mitos.

viernes, 13 de mayo de 2011

Los héroes gemelos y el juego de pelota.


La narración mítica de los héroes gemelos se ha consevado en el Popol Vuh, libro sagrado de los maya Quiché.

Como los gemelos Hunahpu y Xbalanque molestaban continuamente a los señores de los infiernos jugando a la pelota, los invitaron a jugar contra los diosesen su reino infernal. Atravesaron sanos y salvos la Casa de los Cuchillos valiéndose de la mágia y encendieron hogueras para superar la Casa del Frío. En la Casa de los Jaguares domaron a los felinos dándoles huesos en lugar de sus propios cuerpos y también sobrevivieron a la Casa del Fuego. En la Casa de los Muerciélagos, uno de ellos decapitó a Hunahpu. Xbalanque hechizó a los animales y convenció a una tortuga de que se hiciera pasar por la cabeza de su hermano. Después, ambos finguieron jugar con los dioses, con la cabeza de Hunahpu suspendida sobre la cancha. Los dioses lanzaron la pelota contra la cabeza, pero al rebotar, un conejo escapó de su madriguera, lo que distrajo a los dioses y permitió a Xbalanque cambiar la cabeza auténtica por la de la tortuga. Por último, los gemelos engañaron a los dioses. Demostraron su habilidad para cortarse en pedazos y separarse. Los dioses les pidieron que ejecutaran el truco con ellos y los hermanos los desmembraron, pero los dejaron como estaban, obteniendo así la victoria definitiva, y renacieron como el sol y la luna. Este mito refleja la creenciade que, cuando un rey maya moría, debía prepararse para burlar a los dioses y renacer como cuerpo celeste.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Dioses de los mayas

El cosmos de tres niveles

El panteón maya resulta sumamente complejo debido a los múltiples aspectos y títulos que podían adoptar sus deidades. Cada dios se asociaba, mediante el color, con los cuatro puntos cardinales, muchos de ellos tienen un equivalente del sexo opuesto y algunos poseían además manifestaciones infernales. Se concebían tres niveles en el universo que habitaban: un inframundo de nueve estratos (Xibalba), un mundo intermedio habitado por los seres humanos y un mundo superior, celestial, sostenido por cuatro dioses, los Bacabs. Estos tres niveles estaban conectados por el axis mundi, un gran árbol ceiba por el que podían viajar las almas de los muertos y los dioses.

Al igual que en muchas civilizaciones de Mesoamérica, los mayas creían que el mundo natural estaba impregnado de esencia espiritual, que los dioses o los espíritus se manifestaban en las montañas, los ríos y el cielo, y que también podían encarnarse en la sangre, el maíz y el nenúfar. Pero resultaba más fácil identificar a la mayoría de las deidades en su aspecto antropomórfico o zoomórfico. El principal dios del panteón maya era Itzamna, "Casa del Lagarto", considerado supremo dios creador y protector de la escritura y del aprendizaje y normalmente representado como un anciano con prominente nariz romana. Su consorte era Ix Chel, "Señora del Arco Iris", diosa de la medicina, del tejido y los partos y posiblemente también de la Luna. El dios del sol Ahau Kin, podía aparecer con aspecto de joven o de viejo y viajaba por los infiernos en la forma del dios jaguar entre la salida y la puesta del sol.

martes, 10 de mayo de 2011

El calendario maya


Como dos ruedad dentadas y encajadas, los 260 días del calendario sagrado se entretejían con los 365 del calendario solar, dando lugar al "Calendario Redondo". Este ejemplo que les ofrezco procede del calendario maya a cada día del total de 18.980 (52 años) le correspondía una fecha única.

Este calendario dual era un complejo sistema para medir el tiempo y para la adivinación: cada día y mes tenía su propia deidad protectora, que influía sobre personas y acontecimientos. El calendario solar comprendía 18 meses de 20 días cada uno, más cinco jornadas desfavorables (uayeb). El último día de cada mes solar se consideraba una época en la que ya se notaba el influjo del siguiente mes, y los mayas designaban "día 20" al último día del mes en curso o al "asiento" del mes siguiente. Así, por ejemplo, el "Asiento de Pop" precedía al "Pop Uno" y el día 20 de Pop era el "asiento de Uo".

Además de medir el tiempo cíclico, los mayas seguían la "Cuenta Larga" de los años con la que fijaban linealmente una fecha desde un punto de partida mítico: 4 Ahau 8 Cumku, o 3113 a.C. Este concepto de tiempo histórico se basaba en unidades de años de 360 días o tuns. El calendario cíclico tenía gran antigüedad cuando los mayas lo adoptarion, y es posible que se desarrollara un calendario agrícola en época prehistórica, con una unidad básica de 20, el número de dedos de las manos y los pies humanos. Los sacerdotes empleaban un ciclo de 260 días ya en el período olmeca, y los mayas adoptaron y refinaron el sistema. Quizá la cifra de 260 días representase un período importante de la vida para los mayas: el perído medio de gestación humana es de 266 días, aproximadamente la misma duración que el ciclo agrícola del Yucatán, por lo que el calendario podría estar vinculado a dos ciclos de fertilidad fundamentales.

lunes, 9 de mayo de 2011

Dioses del calendario sagrado.

Ciclos sagrados y solares.

Los pueblos de Mesoamérica atribuían importancia ritual a los dioses, signos y números para señalar el paso del tiempo.

El calendario solar, denominado Haab por los mayas y Xihuitl por los aztecas, comprendía dieciocho meses de veinte días cada uno, a los que se añadía cinco días desfavorables, hasta un total de 365. Este calendario servía para contar los años, que los aztecas marcaban con números del 1 al 13, combinados con los veinte signos de los días, a saber, Casa, Conejo, Junco y Pedernal, formando así Año Junco Uno y así sucesivamente. No se repetía ninguna fecha hasta que hubieran transcurrido 52 años. 13x4

Paralelamente al año solar y encajado en él discurría el calendario sagrado, conocido como Tzolkin entre los mayas y como Tonalpohualli entre los aztecas. Estaba integrado por 260 días divididos en 20 semanas de 13 días. Cada "semana" estaba regida por un dios o unos dioses concretos, y cada día tenía asimismo una o varias deidades propias, de modo que, para los aztecas, la primera semana del ciclo comenzaba con "Cocodrilo Uno" y terminaba 13 días después, en "Junco Trece"; La segunda semana se iniciaba con "Jaguar Uno" y finalizaba con "Muerte Trece", y para que se repitiera el mismo signo del día tenían que pasar 260 días. La importancia del Tonalpohualli radicaba en su aplicación a la adivinación: el destino de una persona dependía de las buenas o malas cualidades atribuidas a la fecha de nacimiento. "Lluvia Siete", por ejemplo, era favorable, pero "Conejo Dos" desfavorable. Tanto los mayas como los aztecas combinaron ambos sistemas y confeccionaron el "Calendario Redondo" de 52 años. El tiempo y el destino de los individuos y de la sociedad se consideraban cíclicos: al final de cada período de 52 años renacían simbólicamente el tiempo y el mundo, en la "Ceremonia del Fuego Nuevo" En la ilustración del Codex Borbonicus que vemos sobre estas líneas, cuatro sacerdotes alimentan el fuego nuevo con haces de años viejos.

domingo, 8 de mayo de 2011

Tlaloc, dios de la lluvia.


Los orígenes de Tlaloc se remontan al menos a la cultura de Teotiahuacán siglos III-VIII, pero fue en la época azteca, entre los siglos XIV y XV, cuando adquirió importancia y cuando su culto se extendió por todo Mexico. Portador de la muerte y de la prosperidad agrícola, podía provocar dos clases de lluvia: la que fertilizaba la tierra y la que agostaba. Se le asociaba asimismo con las montañas, donde se amontonaban las nubes tormentosas, se demoraban las nieblas y nacían los ríos. Tenía cuatro grandes jarras, que representaban cada una de las direcciones sagradas del mundo, y de la que estaba vinculada con el este estraía la lluvia fertilizante mientras que de las otras sacaba enfermedad, las heladas y la sequía.

Fundamentalmente en el culto azteca, si bien no tanto en la mitología, Tlaloc era un dios importante al que se rendía culto de forma especial en las fiestas rituales de los meses de Atlcahualo y Tozoztontli, épocas en las que se ofrecía el sacrificio de niños a las cimas de las montañas. Si las víctimas lloraban, su llanto se consideraba buena señal, pues simbolizaba lluvia y humedad.

La elevada posición del dios queda reflejada en su santuarrio, que compartía la cumbre sagrada del Templo Mayor con el de Huitzilopochtli, dios azteca de la guerra y el sol. El santuario de Tlaloc estaba pintado de blanco y azul, el del dios de la guerra del blanco y rojo, y los sumos sacerdotes de ambos tenían el mismo rango.

Como el señor de la fertilidad, Tlaloc dios su nombre al cielo azteca, Tlalocán, concebido como un paraíso terrenal en el que abundaban la comida, el agua y las flores y al que solo tenían acceso quienes habían muerto a manos de Tlaloc, ahogados o fulminados por un rayo. Normalmente se incineraban a los muertos, pero quienes morían de esta forma o por enfermedades relacionadas con el agua especialmente asociada con el dios, como la hidropesía, eran enterrados con un trozo de madera seca junto al cuerpo, que se cubrirían profusamente de hojas en Tlalocán.

viernes, 6 de mayo de 2011

Tlaloc y la fertilidad


Dioses aztecas de la lluvia y del maíz.

El panteón azteca estaba presidido por múltiples dioses de la agricultura, la humedad y la fertilidad. En una región de valles con un régimen de lluvias irregular, los sembrados se agostaban antes de brotar con mucha frecuencia, y en el reinado de Moctezuma I, la lluvias tardías y las heladas otoñales destruyeron las cosechas durante tres años consecutivos y sobrevino la amenaza de hambruna. En semejante contexto, no puede sorprender el complejo fundamento espiritual de la agricultura azteca.

A la cabeza de los dioses de la fertilidad figuraba Tlaloc, antigua divinidad de la lluvia a la que se rendía culto en toda Mesoamerica bajo diversos nombres: Cocijo entre los zapotecas y Chac entre los mayas, por ejemplo. Como señor de las lluvias, Tlaloc presidía un grupo de deidades de la fertilidad afines, a las que se dedicaban la mayoría de los ritos sacrificiales, a pesar de la importancia de dioses como Huitzilipochtli y Tezcatlipoca. Como hilo de unión de las complejas creencias aztecas, la equiparación simbólica de sangre, agua, sacrificios humanos y fertilidad era omnipresente. Además de las plumas de quetzal, los guerreros empleaban en su ornamentación mazorcas y tallos de maíz, que se veneraban como deidades en las casas.

Chalchiuhtlicue, esposa de Tlaloc, gobernó el cuarto "sol", y se la consideraba hermana de los ayudantes del dios de la lluvia, los Tlaloques. Sus epítetos "Señora de la Falda de Jade" y "Señora del Mar y los Lagos" denotan algunos de sus rasgos distintivos. Tenía el poder de conjurar huracanes y torbellinos y de producir la muerte por ahogo. Se la suele representar con un collar de piedras preciosas, una falda azul adornada con conchas marinas y las orejas cubiertas con mosaicos de turquesa.

Se encuentra estrechamente vinculados a ella los dioses del maíz, Chicomecóatl, el aspecto femenino y Centeotl el masculino. Chicomecóatl representaba el sustento general, y a Centeotl se lo asociaba específicamente con el maíz, como atestigua su nombre: "Señor de la Mazorca". Había una deidad, la de la mazorca tierna y joven, llamada Xilomen, relacionada con ambos.

La conexión cosmológica entre la fertilidad y el sacrificio humano se encarna gráficamente en la figura de Xipe Totec, el "Señor Desollado". Concebido como dios de la vegetación y de la renovación primaveral, se le rendía culto en la forma de Tlacaxipeaualitztli: tras desollar a las víctimas que se le ofrecían, sus sacerdotes se ponían la piel de los cadáveres, acto que simbolizaba la regeneración de la vida vegetal, pues los aztecas consideraban la piel humana seca, cuando la llevaba un sacerdote, análogo a la vaina que rodea a una planta viva, En épocas preaztecas, Xipe Totec era un dios de los zapotecas y los yopis, y los primeros lo consideraban deidad de la vegetación y lo asociaban a Quetzalcóatl.

Entre otras deidades reconocidas como manifestaciones de la fertilidad figuraban: Xochiquetzal, diosa de las flores y que en sus orígenes se la consideró consorte de Tlaloc, y que fue raptada por Tezcatlipoca mas adelante, y Xochipilli, príncipe de las flores y símbolo del verano, así como los Tlaloques, deidades menores que vivían en el paraíso de Tlalocán y presaguiaban las lluvias creando el trueno al romper sus jarras de agua. Según el mito, uno de ellos, Opochtli, inventó las redes de pesca y el arpón. Otro, Napatecuhtli, dio vida a los juncos y las cañas, y se le atribuía la invención del tejido de esteras.

Existe otro grupo de dioses menores del maíz también relacionados con la fertilidad y conocidos colectivamente como los "Cuatrocientos Conejos" Centzon Totochtlin, entre los que se cuentan Ometochtli, dios de una bebida fermentada llamanda octli y Tepoztecatl, el dios de la embriaguez.

jueves, 5 de mayo de 2011

Sacrificios en el Gran Templo.

El papel de Huitzilopochtli como encarnación de la ideología azteca sobre el sacrificio queda ejemplarizado, de una forma horripilante, en las actas del emperador Ahuitzotl, que consagró al dios el Templo Mayor en la ciudad isleña de Tenochtitlán, en 1486, confiriendo carácter sagrado a la ocasión con la ejecución ritual quizás de 60.000 víctinas.

Venerado como guerrero cosmológico e identificado con el dios sol, Tonatiuh, Huitzilopochtli constituía el centro del culto azteca al sacrificio. Los aztecas se consideraban el pueblo elegido de su dios; su divina misión consistía en librar guerras y alimentar a Tonatiuh con la sangre de sus prisioneros, manteniendo así en movimiento al quinto sol.

Decorado con calaveras blancas sobre fondo rojo, en el santuario de Huitzilopochtli del Templo Mayor se arrancaba el corazón de innumerables víctinas con un cuchillo de obsidiana o silex, se ofrecían al sol y se quemaban en el quetuhxicalli o vaso del águila. Después se arrojaban los cadáveres a la imagen de Coyolxauhqui, en una repetición de la heróica victoria de Huitzilopochtli en Coatepec.

Se denominaba quetuhteca o pueblo del águila a los guerreros que perdían la vida en combate o en el altar sacrificial , y se creía que tales guerreros formaban parte póstumamente del deslumbrante séquito del sol durante cuatro años, transcurrido los cuales vivían para siempre en el interior de cuerpos de colibrí.

También se aprecia la obsesión de los aztecas por la sangre en la conducta de los sacerdotes, que se ofrecían a sí mismos en sacrificio como penitencia: sangraban atravesándose las orejas y la lengua con cordeles con púas. El clero azteca estaba presidido por el sumo sacerdote de Huitzilopochtli, Quetzalcóatl Tote Tlamacacazqui (Serpiente Emplumada, Sacerdote de Nuestro Señor) y por el Tlaloc.

miércoles, 4 de mayo de 2011

La fundación de Tenochtitlán.


En el siglo XII, los antepasados de los aztecas emprendieron un viaje hacia el sur, parte de la migración generalizada que siguió a la caída del dominio tolteca. Un mito semihistorico cuenta las diversas etapas del periplo y la guía que les prestó Huitzilopochtli, a quien llevaban guardado en un fardo de medicinas. En los momentos críticos les daba consejos e instrucciones con voz aguda y temblorosa.

La suerte de los aztecas declinó cuando, tras 200 años de viaje, se vieron en medio de una isla pantanosa del lago Texcoco, sin fe ni objetivos. Observaron un águila devorando una serpiente sobre un nopal que daba frutos rojos, símbolo del corazón humano. El ave era un emblema del sol, es decir, Huitzilopochtli. El dios eligió ese momento para gritar a su pueblo: "¡Aquí será, mexicas!". Se refería al futuro emplazamiento de Tenochtitlán, cuyo nombre significa: Lugar del fruto del nopal.

martes, 3 de mayo de 2011

Huitzilopochtli.



Dios del sol y la guerra.

Huitzilopochtli, el Colibrí del Sur es una deidad exclusivamente azteca, sin predecesores identificables en otras culturas de Mesoamérica. Dios tribal de la guerra y del sol, era la principal deidad de la capital del imperio azteca. Tenochtitlán. En la imaginería de los códices, su divinidad se muestra en lo miembros pintados de azul, plumas de colibrí en la pierna izquierda, flechas adornadas con plumón y cerbatana en forma de serpiente o atl-atl. El nombre del dios refleja su vinculación con la guerra y la muerte se consideraba a los colibries almas de los guerreros caídos que acompañaban la imagen solar de su patrón en el viaje cotidiano por el cielo.

Al igual que en el caso de Quetzalcóatl, mito e historia se entrelazan en los diversos relatos sobre los orígenes de Huitzilopochtli, y no se sabe si en principio se concebía como divinidad o si se trataba de una figura heroica posteriormente deificada. La creencia mas generalizada consiste en que fue iniciador y jefe de la emigración de los aztecas desde su tierra natal, cerca de Aztlán, al noroeste de México. Los acontecimientos que rodean el nacimiento del dios en Coatepec, podría interpretarse como una forma de resurrección mítica
, la transformación de un hombre en deidad profética, todopoderosa y directriz.

En el curso de su gran migración hacia el sur, hacia el valle de México, los aztecas estuvieron encabezados por cuatro reyes-sacerdotes que llevaban un ídolo de Huitzilopochtli, imagen divina que adivinaba el futuro, aconsejó que se cambiaran el nombre de azteca por el de mexica y hablaba en secreto sobre la ruta a seguir. Según los mitos de migración aztecas, Huitzilopochtli inspiró a sus seguidores con la promesa de que conquistarían a todos los pueblos, se harían amos del mundo conocido y recibirían a modo de tributo piedras preciosas, plumas de quetzal, coral y oro.

La elevación de Huitzilopochtli a la misma posición de otras deidades creadoras mas reconocidas queda reflejada en su identificación mítica con el Tezcatlipoca Azul, cuya dirección sagrada era el Sur.


domingo, 1 de mayo de 2011

Ehécatl, dios del viento.



Se asociaba a Ehécatl con los cuatro puntos cardinales, porque el viento sopla en todas direcciones. Sus templos tenían forma cilíndrica, con el fin de ofrecer menos resistencia al viento. En algunos casos se le representa con dos máscaras por las que penetraba el viento.

Según el mito azteca, tras la destrucción del cuarto sol los dioses se reunieron el Teotiahuacán, y Nanahuatzin y Tecciztecatl se arrojaron al fuego sacrificial y se convirtieron en el sol y la luna. Quedaron inmóviles hasta que Ehécatl sopló con fuerza sobre ellos: al principio, sólo se movió el sol pero cuando el astro se puso en el ocaso, también se movió la luna.

En ocasiones se le interpreta como una de las manifestaciones de Quetzalcóatl, tomando el nombre de Ehécatl-Quetzalcóatl, apareciendo en el aliento de los seres vivos y en las brisas que traen las nubes con lluvia para las siembras.