La creación del mundo y la humanidad.
Por lo general, en los mitos del sureste asiático se atribuye la creación del mundo a una deidad creadora, en muchos casos un ave u otro animal dotado de poderes creadores. En Sumatra, por ejemplo, se cuenta que en los tiempos primordiales Dios tenía una fabulosa gallina azul, Manuk Manuk, en lugar de esposa. El ave puso tres enormes huevos, de los que salieron los tres dioses que crearon los tres niveles del universo: el mundo superior (los cielos), el intermedio (la tierra) y el inframundo.
Por aquel entonces, en el mundo intermedio solo había un mar ilimitado. Boru Deak Parudjar, hija del dios Batara Guru, saltó desde el mundo superior a las aguas de abajo para librarse del molesto cortejo de otro dios, Mangalabulan, y cuando una golondrina le contó a Batara Guru lo que había ocurrido y que su hija languidecía en el océano, el dios envió al ave con un puñado de tierra para que la colocara sobre las aguas. La tierra se expandió hasta convertirse en tierra firme, sobre la que Batara Guru diseminó semillas de la que surgieron todas las especies animales. Después, el dios envió a una heróica encarnación humana de sí mismo con la tarea de hacer de la tierra un lugar seguro, para lo cual tuvo que luchar contra Naga Padoga, serpiente que regía los infiernos (figura de origen hindú) y confinarla a las profundidades del cosmos.
En el mito sobre la creación de los dayak, los habitantes indígenas no musulmanes del interior de Borneo meridional y occidental, también aparecen una poderosa serpiente y el concepto de los mundo superior e inferior. Los dayak hablan de una época primordial "en la que todo estaba aún cerrado en la boca de la Serpiente de Agua enroscad". Después se alzaron las montañas de oro, sede de la deidad suprema de la región inferior del cosmos, y la Montaña de las Joyas, morada de la deidad suprema de la región superior, que chocaron entre sí varias veces y en cada ocasión dieron vida a una parte del universo, empezando por las nubes. A continuación aparecieron la bóveda celeste, las montañas y los acantilados, el sol y la luna, el Halcón del cielo y un gran pez llamado Ila Ilai Langit, dos bestias fabulosas, Rowang Riwo, con saliva dorada, y Didis Mahendera, con joyas por ojos, y por último, el tocado dorado del dios Mahatala, coronado por una joya perpendicular. Todo esto ocurrió en la primera época de la creación, en la segunda brotaron los ríos, y Jata, la divina doncella, creo la tierra y las colinas. en la tercera época surgió el Árbol de la Vida, con hojas doradas y frutos de marfil, que une los mundos superior e inferior.
El mito sobre la creación del pueblo dusun de Sabath, al norte de Broneo, se basa en un tema relacionado con el anterior. En el inicio de los tiempos solo existía una gran roca en medio de las aguas del universo, y al romperse dejó libres a un dios herrero y una diosa, qui hicieron los cielos y la tierra. El dios creó la bóveda celeste co nervaduras, como las varillas de un paraguas, y la diosa modeló la tierra con la suciedad de su propio cuerpo y del de su compañero.
En muchos casos, la creación de los seres humanos sigue inmediatamente a la del mundo. En el mito sobre la creación de Sumatra, por ejemplo, el héroe divino que vence a Naga Padoba es recompensado con Boru Deak Parudjar, hija de Batara Guru, como compañera, y juntos engendran a los primeros seres humanos. Según los dusun, tras haber formado el cielo y la tierra, las dos divinidades crearon a los seres humanos, en primer lugar con piedra; pero como esta raza pétrea no podía hablar , volvieron a intentarlo con la madera. Este material se pudría con demasiada rapidez y modelaron una tercera raza con tierra de un termitero. La última tentativa prosperó y la humanidad desciende de la tercera raza. En los mitos de otros pueblos de la región la humanidad también fue creada con tierra, en algunos casos tras más de una tentativa.
El mito sobre los orígenes humanos de los carabaulo de Timor, al este de Indonesia, explica el orden social. Al principio no había seres humanos; sólo existía el mar, de cuyas aguas surgieron dos trozos de tierra que se convirtieron en la isla de Timor. Después apareció en el suelo una vagina gigantesca, de la que salieron los antepasados de la població actual, en primer lugar los aristócratas poseedores de la tierra y a continuación los plebeyos y arrendatarios. Para salir de la vagina, las primeras gentes se izaron aferrándose a las lianas de un árbol, y se cuenta que aún puede verse el lugar en el que aparecieron, si bien está prohibido entrar en el túnel que desciende desde ese punto.