sábado, 13 de abril de 2013

El dador de la vida.

Mitos sobre el arroz.

En todo el sureste asiático se reconoce el estrecho vínculo entre la "fuerza de la vida" del arroz, el alimento más común de la región, y la de los seres humanos. Según los dayak de Borneo, las almas de los muertos se transforman en los infiernos en rocío, que absorben las plantas del arroz, que a su vez pasan a formar parte de las personas como alimento. Cuando éstas mueren recomienza el ciclo. Uno de los pueblos dayak, los iban, hace ofrendas a Pulang Gama, el espíritu de la tierra, con el fin de garantizar el crecimiento del arroz. Cuentan, que hace mucho tiempo, los seres humanos empezaron a despejar la selva para plantar el primer arrozal, pero a la mañana siguiente los árboles habían vuelto a su sitio. Les ocurrió lo mismo tres veces, hasta que decidieron vigilar durante la noche. Desde su puesto de observación vieron que Pulang Gama hacía que los árboles revivieran y echaran firmes raíces en el suelo nuevamente. Cuando intentaron apresar al espíritu, éste les explicó que la tierra y todo lo que en ella crecía le pertenecía a él y que sólo él poseía el poder necesario para que creciese el arroz. Los iban le preguntaron que debían hacer antes de preparar un sembrado, y Pulang Gama contestó que si le daban ciertos regalos, como jarras, cuentas y conchas de adorno les permitiría cultivar el cereal.

En los templos de las aldeas de la Tailandia septentrional  se pronuncian largas letanías destinadas a favorecer el crecimiento del arroz y acumular méritos espirituales para los monjes budistas y todos los habitantes del pueblo. En Bali, antes del inicio de la cosecha, todas las familias confeccionan una figura llamada Madre Arroz con una gavilla larga de cereal, denominada Esposo Arroz, y otra, Esposa Arroz, con una más corta, y la atan a un árbol al borde del arrozal para favorecer la cosecha, después de la cual se lleva en procesión todas las Madres Arroz de la aldea hasta el templo local, donde las bendice un sacerdote. A continuación se sitúa cada figura en un trono de madera en el granero con el fin de que proteja el cereal allí guardado. Ninguna persona que haya pecado debe entrar allí, y está prohibido comer los granos de Madre Arroz.