martes, 5 de junio de 2012

La muerte de Cuchulainn.

En la guerra contra Medhbh, reina de Connacht, Cuchulainn mata a un guerrero, Cailidín, cuya esposa da a luz a tres niños y tres niñas. Medhbh los envía al extranjero a que estudien hechicería y cuando regresan los enfrenta a Cuchulainn.

Al enterarse de que se preparaba una traición. Conchobhar le ordenó a Cuchulainn que se quedase en Emhain Mhacha hasta que acabase la lucha. El héroe estuvo protegido allí por mujeres, hijas de reyes y nobles, entre las que se encontraba Niamh, su amante, y por los drúidas del Ulster, que le llevaron a un valle que ofrecía mayor seguridad, pero cuando Cuchulainn vio aquel lugar comprendió que se trataba del Valle de los Sordos y se negó a entrar.

Al mismo tiempo, los hijos de Cailidín hicieron aparecer unos batallones fantasmales que rodearon el valle, y Cuchulainn creyó que la tierra era asolada por guerreros y que los ruidos que oía coincidían con los de una batalla. Desconcertado y no sintiéndose suficientemente preparado para el combate, ordenó que engancharan sus caballos al carro, pero Niamh lo abrazó y convenció de que se quedara con ella. Entonces, Conchobhar ordenó a sus servidores que llevaran inmediatamente a Cuchulainn al Valle de los Sordos, porque allí no oiría el furor de la batalla. El héroe los acompañó de mala gana, después de que fueran a verlo mujeres, poetas y arpistas.

Los hijos de Cailidín lo buscaron, más en vano. Pensando que lo había escondido el druida Cathbhadh, recorrieron la provincia entera volando como aves con sus artes mágicas hasta llegar al Valle de los Sordos, donde vieron al Liath Macha (el Gris) y al Dubh Saingleann (el Negro), los caballos de Cuchulainn, al cuidado del auriga Laegh, y comprendieron que Cuchulainn estaba allí también al oír el ruido y la música.

Entonces, los hijos de Cailidín recogieron cardos afilados, bejines y hojas secas que revoloteaban por los bosques y modelaron con ellos guerreros armados, de modo que no quedó colina del valle en la que no apostaran soldados. La tierra resonó con los gritos guerreros, audibles incluso en la nubes del cielo, y con el retumbar de cuernos y trompetas.

Cuchulainn creyó que los Hombres de Irlanda estaban arrasando la provincia, pero el druida Carhbhadh le persuadió de que se trataba tan sólo de espectros que habían lanzado contra él los hijos de Cailidín. Una de las hijas de éste, Badhbh, adoptó la forma de Niamh y le pidió a Cuchulainn que luchase contra los Hombres de Irlanda. Carhbhadh y las mujeres trataron de detener al héroe, pero no lo lograron. Cuchulainn oía los terribles gritos como antes y veía fantasmas extraños y terribles. La verdadera Niamh le dijo que no era ella sino Badhbh quien había hablado con él adoptando su forma, pero Cuchulainn no la creyó y entró en combate.

Los hijos de Cailidín habían preparado tres jabalinas mágicas. La primera mató al auriga de Cuchulainn, la segunda hirió a Liath Macha y la tercera alcanzó al héroe. Al comprender que su muerte estaba próxima, se ató a una columna para poder enfrentarse erguido a sus enemigos. Nadie se atrevió a acercarse a él durante tres días, hasta que se posó sobre la columna una de las hijas de Cailidín en forma de cuervo, momento en el que todos supieron que Cuchulainn había muerto.