Los mitos de Prometeo y Pandora contribuyeron a explicar las penurias que padece la humanidad. La historia de Pandora, creada después del hombre y origen de muchas desgracias humanas; sirvió para justificar la inferioridad de la mujer entre los griegos.
Aunque Prometeo no colaboró con los Titanes en su lucha contra Zeus, lamentaba la derrota de su raza y trató de recuperar la suya ayudando a los hombres, a quienes se trataba como iguales en la época de Crono, pero se los consideraba por entonces inferiores a los dioses. (Según cierto relato, el propio Prometeo creó al primer hombre, Fenón, con barro y agua).
Zeus se enfureció al ver como protegía Prometeo a la nueva raza y para vengarse les arrebató el fuego a los humanos, que tuvieron que vivir sin luz ni calor. Prometeo acudió en su ayuda y robó una llama de la fragua del dios Hefestos y la ocultó en un tallo de hinojo.
Zeus pidió a Hefesto que modelara a la primera mujer, Pandora, con tierra. Después de que Atenea y las demás diosas la hubieran adornado con belleza, delicadeza y encanto y de que Hermes le hubiera enseñado las artes del engaño, la enviaron con una jarra ("la caja de Pandora") a modo de regalo al hermano de Prometeo, Epimeteo, que la presentó en sociedad. Pandora abrió la jarra y soltó lo que contenía, el mal y la enfermedad y sólo quedó dentro la esperanza.
Tras haber castigado a los seres humanos, Zeus ató a Prometeo a una roca y envió a un águila para que le picoteara el hígado. Cada vez que el ave le arrancaba aquel órgano, volvía a crecer y el tormento se iniciaba de nuevo. La tortura de Prometeo se prolongó durante milenios, hasta que lo liberó Heracles.