Prometeo, Pandora, Deucalión, Pirra.
La mitología griega no ofrece un relato único sobre los orígenes de la raza humana y atribuye la creación de los primeros seres humanos a la tierra (Gea), los Titanes o los Olímpicos. La idea del nacimiento a partir de la tierra misma -autoctonía- aparece con frecuencia. Según cierto mito, el primer hombre fue Pélasgo, que brotó del suelo de Arcadia, en el Peloponeso, y fundó la raza de los pelasgos, antiguo pueblo no griego cuyos descendientes vivían en algunas localidades en el siglo V a. C.
Otro mito cuenta que Zeus envió un gran diluvio a la tierra para destruir a la humanidad en castigo por los desmanes del Titán Prometeo. Prometeo aconsejó a Deucalión, su hijo, y a la esposa de éste, Pirra, hija de Epimeteo y Pandora, que construyesen un arca para sobrevivir a la catástrofe. Cuando remitieron las aguas, Deucalión y Pirra fueron a Delfos a orar a la Titánide Temis, que, según algunos relatos era la madre de Prometeo. Temis les dijo que arrojasen por encima del hombro los huesos del ser de quienes ambos descendían. Confusos al principios, después comprendieron que debía referirse a Gea, la tierra, cuyos huesos eran las piedras del suelo, y al seguir su consejo, cuando aterrizaba cada piedra que tiraban se convertía en un ser humano: las que arrojó Deucalión en hombre y las de Pirra mujeres. Así volvió a crearse la raza humana.
Se cuenta que Deucalión fundó en Atenas un templo en honor a Zeus, cuya ira se había calmado. Según una variante más sencilla de este mito, tras el diluvio la pareja ofreció un sacrificio a Zeus, que así quedó aplacado. Le prometió a Deucalión que le concedería un deseo y éste pidió que se volviese a crear la humanidad.
Los griegos consideraban a Deucalión el antepasado de su nación, el primer rey y fundador de numerosos templos y ciudades. El posterior desarrollo de la humanidad se explica con el mito de las eras o razas del hombre, cuya versión más conocida es la de Hesíodo en Los trabajos y los días. Según Hesíodo, en la época de Crono, los dioses hicieron a los primeros hombres, la raza de oro, que no estaban sujetos ni a la vejez, ni a la enfermedad, ni al trabajo, porque cogían los frutos de la tierra sin esfuerzo. Todos ellos murieron -no se sabe bien por qué- como si se quedaran dormidos, pero siguieron existiendo en forma de espíritus para proteger a los humanos. A continuación, Zeus y los Olímpicos crearon una raza de plata, que tardó un siglo en madurar; eran arrogantes y violentos y no adoraban a los dioses. Zeus los escondió bajo tierra, donde también continuaron existiendo como espíritus.
Las tres últimas razas fueron asimismo creación de Zeus. La tercera, la de bronce, descubrió los metales y dio los primeros pasos para construir una civilización, pero acabaron matándose entre sí y pasaron ignominiosamente a los infiernos. A continuación apareció la raza de los héroes (siempre según Hesíodo, pues no todas las versiones incluyen esta raza), nacidos de madres humanas y padres divinos. Eran mortales valientes de fuerza sobrehumana y al morir iban a la Isla de los Bienaventurados. La quinta raza era la de hierro, los seres humanos modernos, para quienes el mal siempre se mezcla con el bien y necesita trabajar. según Hesíodo, esta raza desaparecería cuando los niños nacieran grises y los hombres deshonrasen a sus padres, destruyesen las ciudades y alabasen a los malvados.