La pérdida de la inmortalidad.
Según muchos pueblos africanos, en el principio no existía la muerte y su aparición se atribuye a transgresiones de los seres humanos o de algún animal.

Los kaba del Zaire explican la aparición de la muerte en una versión de su mito sobre la creación. Mboom, el dios creador o "Agua Original", tuvo nueve hijos, todos ellos llamados Woot, que ayudaron a crear el mundo por turnos. Woot, el inventor de todas las cosas espinosas, como los peces, se peleó con Woot, el afilador, que hizo las primeras hojas afiladas, y la muerte sobrevino cuando el primer Woot fue asesinado con una de estas armas.
Entre los ganda, que viven en la orilla septentrional del lago Victoria, se cuenta que Kintu, un emigrante que fundó la dinastía real de Buganda, fue al cielo a buscar esposa. El Gran Dios le dio a su hija Nambi y le ordenó que regresara inmediatamente a la tierra con ella, pues en otro caso les acompañaría el hermano de Nambi, Walumbe, nombre que significa muerte, Kintu obedeció, pero a medio camino Nambi recordó que había olvidado grano para dar de comer a los pollos que les había regalado el Gran Dios. Kintu trató de disuadirla de que regresara y cuando Nambi alcanzó a Kintu tras haber cogido el grano, la seguía su hermano Muerte, que se fue a vivir con la pareja.
Desde aquel día todas las gentes de la tierra son mortales.
También se culpa a una mujer de la aparición de la muerte en la tierra en un mito de los dinka, pueblo ganadero del sur del Sudán. En el principio, el Gran Dios, daba un grano de mijo al día a una pareja, Garang y Abuk, suficiente para satisfacer sus necesidades; pero, codiciosa, Abuk decidió plantar más mijo, y mientras cavaba golpeó al dios con el extremo del azadón. La deidad se enfureció tanto que la alejó de la humanidad, distancia que mantiene todavía, y envió un pájaro azul a que cortase la cuerda que por entonces unía el cielo con la tierra.
Desde aquel momento los seres humanos tienen que trabajar mucho para procurarse alimento y están sujetos a la enfermedad y la muerte