En los Cantos ciprios se habla de la unión de Zeus y Némesis, para dar nacimiento a Helena, lo cual expresa la idea de la cólera celeste. Némesis fue perseguida por el dios del cielo, y para librarse de él tomó formas de monstruos marinos y de diversos animales terrestres. Finalmente se transformó en una oca. Zeus transmutado en cisne logró alcanzarla y, fruto de esta unión, la diosa puso un huevo que fue recogido por unos pastores y entregado por ellos a Leda, que lo cuidó. Ésta es una de las versiones del origen de Helena de Troya.
Esta desmesura o ὕϐρις (hybris) es por ejemplo el exceso de felicidad en los humanos, el orgullo, la soberbia, y por supuesto el desafío a los dioses.
La existencia de esta venganza divina encuentra su explicación en la cosmovisión que tenían los griegos, para quienes el equilibrio era lo más importante. Cuando éste se rompía, se ponía en peligro el orden de las cosas, por lo que era necesario el castigo para mantener al mundo tal y como es.
De esta manera, en el caso de Creso -hombre demasiado feliz y demasiado rico- es llevado por Némesis a una peligrosa expedición donde debe vencer a Ciro. Esta acción termina por ser la ruina de Creso.
Lo mismo sucedió con los persas, quienes incurrieron en la desmesura de dar por cierta su victoria sobre Atenas. Nunca lograron conquistarla, por lo que con un bloque traído por los mismos persas -con intención de hacer un trofeo de su victoria- el famoso escultor Fidias hizo una estatua de Némesis, que sirvió de motivación para los atenienses en Maratón, donde obtuvieron una contundente victoria.
Se la representa con una corona y a veces con un velo que le cubre la cabeza; suele llevar una rama de manzano en una mano y una rueda en la otra. El primer templo y los primeros altares que tuvo Némesis estuvieron en Ramnonte, situado en la región del Ática.
De esta manera, en el caso de Creso -hombre demasiado feliz y demasiado rico- es llevado por Némesis a una peligrosa expedición donde debe vencer a Ciro. Esta acción termina por ser la ruina de Creso.
Lo mismo sucedió con los persas, quienes incurrieron en la desmesura de dar por cierta su victoria sobre Atenas. Nunca lograron conquistarla, por lo que con un bloque traído por los mismos persas -con intención de hacer un trofeo de su victoria- el famoso escultor Fidias hizo una estatua de Némesis, que sirvió de motivación para los atenienses en Maratón, donde obtuvieron una contundente victoria.
Se la representa con una corona y a veces con un velo que le cubre la cabeza; suele llevar una rama de manzano en una mano y una rueda en la otra. El primer templo y los primeros altares que tuvo Némesis estuvieron en Ramnonte, situado en la región del Ática.