"Todos padecíamos viruela, y yo llegué a creer que estaba muerto. Me desperté porque los lobos entraron en la tienda, gañendo y aullando. Dos de ellos me lamían el cuerpo: vomitaban espuma y trataban de cubrirme con ella, arrancándome las costras. Al caer la noche, los lobos descansaron. Me arrastré hasta una picea, y allí pasé la noche, acostado. Tenía frío. Los dos lobos se tendieron junto a mi, uno a cada lado, y por la mañana se pusieron a lamerme otra vez. Una figura de un sueño anterior, Arponero-Cuerpo, vomitó espuma y apretó su nariz contra mi esternón. Vomitaba sobre mí poder mágico, y en un sueño se echaba a reír y decía: Ahora puedes curar a los enfermos y enfermar a los miembros de tu tribu a quienes desees la muerte. Todos te temerán".