Un mito de los inuit canadienses cuenta los orígenes del Espíritu del Mar y de los animales marinos.
El relato comienza con una joven a la que su padre obliga a casarse con un perro. El matrimonio empieza bien, pero tras el nacimiento de varios hijos, las cosas se ponen feas. El padre de la muchacha ahoga al perro y sus nietos intentan vengarse, pero al fracasar, son expulsados. Entonces aparece un ave (un petrel), en forma de viejo feo, y la muchacha se va con él, en calidad de esposa, en su kayak. El padre consigue recuperarla, pero el ave los alcanza, y desencadena una tormenta que está a punto de hacer zozobrar la embarcación. Aterrorizado, el padre trata de lanzarle a su hija al ave, pero ella se aferra al borde del bote. el le corta los dedos y la chica acaba por caer al mar. Así fueron creados los animales marinos: las focas más pequeñas con las yemas de los dedos de la chica, las mayores de las falanginas y las morsas de las falanges.
La muchacha cae al mar, donde se transforma en el gran Espíritu del Mar, y vive con los animales (probablemente también los terrestres).
El padre, arrastrado igualmente a las aguas, se reune con ella, y le sigue el perro, su primer marido.
El perro adopta el papel de guardián de la muchacha y el padre el de irascible castigador de los humanos, que transgreden las normas de la vida