A veces se asignaban los chamanes a un grupo o clan determinado, para que protegiesen su territorio y garantizaran la resurrección de sus almas. Debido a las guerras de clanes, se desencadenaron extraordinarios combates de magia entre chamanes rivales. Tras la revolución de 1917, fueron perseguidos por los comunistas y se recrearon los mitos más antiguos sobre conflictos entre chamanes como enfrentamientos entre un chamán y el comisario que lo detiene. El siguiente relato yakut pertenece a esta categoría de mitos modernizados.
Un joven jefe de policía amenazó a un chamán con su revolver, y el chamán le aconsejo que no moviese el arma: "¡No hagas eso, hijo mío! ¡Vas a hacerte daño!" El policía se pegó un tiro en el pulgar y, furioso, encarceló al chamán, pero éste se escapó. El policía volvió a encarcelarlo varias veces, y en cada ocasión le puso en una celda más segura que la anterior, pero el chamán siempre huía.
Por último lo condenaron a trabajos forzados en el bosque, a talar árboles para leña. Un equipo de inspectores fue al lugar en verano y vio que el hacha volaba mágicamente por el claro del bosque, derribando árboles y apilando la leña.
A comienzos del inviernos, cuando volvían los funcionarios, el chamán y la leña habían desaparecido. La madera se había unido y formado árboles, esplendidos como antes de que el chamán empezara a trabajar.
Los hijos de algunos chamanes son en la actualidad poetas o médicos, profesiones que se consideran continuación de los dones de los padres. En la época poscomunista han surgido movimientos para resucitar el chamanismo.