El eterno ciclo de la renovación.
El dios del sol fue la principal deidad egipcia en la mayoría de las épocas. El mundo estaba organizado según dos principios interdependientes: la aparición y acciones del creador y el ciclo cotidiano del sol a través del cosmos, un cosmos que, en lo esencial, se identificaba con Egipto.
Todos los días, al amanecer, nacía el dios del sol de la diosa del cielo. Llegaba a la madurez a mediodía, a la vejez por la tarde y al caer la noche entraba en el infierno. Cada día, mes y año, así como el reinado de cada monarca, renovaban la creación del mundo, y esta constante renovación llevaba implícita una continua amenaza, visión pesimista que aparece en ciclos de himnos al dios sol y en composiciones que describen su tránsito por los infiernos, todos ellos destinados a contribuir al mantenimiento del orden de las cosas. El dios viajaba en una barca y les servían innumerables seres, entre ellos los difuntos bienaventurados. Sólo se representaban unos cuantos, aspectos del ser del dios del sol o deidades que conducían y defendían la barca. Los eternos adversarios del dios, encabezados por la gigantesca serpiente Apep, trataban de impedir que transitara por el cielo y el infierno.
La creación entera aclamaba el nacimiento del sol, y esta bienvenida sustentaba el transito del dios del sol. Algunas tradiciones se centraban en la benevolencia esencial del dios, y los textos que lo presentaban a esa luzproporcionaro el punto de partida de las ideas religiosas monoteístas del faraón Akenatón.