miércoles, 30 de noviembre de 2011

El batir del océano.

Este mito, que se encontró por primera vez en los Brahmanas, esta muy extendido en los Puranas. La siguiente versión es una forma condensada del Mahabharata (una de las grandes epopeyas en sánscrito compuesta entre el siglo III y el IV a. C.) , y se centra en la obtención del amrita (inmortal), o elixir de la inmortalidad. Con la ambigüedad característica de la mitología india, el cosmos ya existe en cierto sentido antes de que aparezcan éste y otros puntos esenciales.

Los dioses, reunidos en el monte Meru, reflexionaban sobre cómo obtener el amrita. Visnú propuso: "Que los Devas batan el balde del océano y al batirlo surgirá el elixir, junto con todas las hierbas y joyas".

Fueron al monte Mandara, lo arrancaron y lo colocaron en el lomo de una tortuga a modo de paleta, y sirviéndose de la serpiente Vasuki como cuerda, se pusieron a batir el océano. Los Asuras y los Danavas sujetaron un extremo de Vasuki y los Devas el otro y dieron vueltas al monte Mandara, de modo que sus árboles se tambalearon y la fricción los incendió. Indra apagó las llamas con agua de sus nubes, pero la savia de todas las plantas fluyó hasta el océano, que se transformó en leche y después en mantequilla. Con un último esfuerzo, los dioses siguieron batiendo, y así surgieron el Sol, la Luna, la diosa de la fortuna , otros tesoros, y al final, el divino médico Dhanvantari, con el elixir. Visnú convenció a los Asuras de que renunciasen al elixir y se lo diesen a los Devas, pero Rahu se apoderó de una gota y antes de que pudiera tragarla Visnú lo decapitó.

Desde entonces Rahu y la Luna (con la que se identificaba el amrita) mantienen una lucha continua, lo que explica la desaparición y aparición periódicas de nuestro satélite por el cuello cortado de Rahu. Enfurecidos, los Asuras entablaron batalla pero fueron derrotados y los dioses victoriosos volvieron a colocar el monte Mandara en su sitio.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Orígenes del mundo.

Sacrificio y conflicto.

En el pensamiento indio, el mundo no se origina mediante un acto de creación, sino mediante un acto de ordenación: el orden surge del caos, punto en el que coinciden todos los mitos cosmogónicos y las teologías formales. Sin embargo, aparte de este detalle, existe poca coherencia. Los mitos de los orígenes abarcan una larga serie de expresivas metáforas, tomadas de todas las actividades humanas, y especialmente en la literatura védica tardía tales metáforas corresponden al sacrificio de animales. En un himno, Viswakarma, "el hacedor de todo", aparece celebrando el primer sacrificio, el de la creación. En otro himno, Purusha, persona cósmica o ser primigenio, es ofrecido en sacrificio, y de su cuerpo desmembrado nacen todas las entidades del universo, desde los dioses védicos tradicionales hasta los animales y el hombre, pasando por la atmósfera, el cielo y la tierra. Sin embargo, solo se manifiesta de este modo una cuarta parte de Purusha, ya que las otras tres cuartas partes constituyen la inmortalidad en los cielos.

Estas ideas quedan reflejadas en los ritos de los sacrificios, considerados como una representación de la creación y, por consiguiente vitales para el mantenimiento del cosmos.

Después de los himnos védicos aparecen frecuentes alusiones al Germen Dorado o embrión, el huevo del mundo que flota sobre las aguas primigenias del caos, de las que emerge la primera deidad, hacedora u ordenadora del mundo. La analogía del embarazo implícita en este concepto se expresa explícitamente en diversos mitos, el más conocido de los cuales es el de Prajapati ("el señor de la progenie") quien, con el poder de su ascetismo, crea niños, entre ellos una niña, el Alba. Pero Prajapati se excita sexualemente con su hija e intenta cometer incesto con ella. Avergonzada y asustada, el Alba se transforma en cierva, Prajapati en ciervo y su semen origina los primeros hombres. En otra versión, Prajapati se aparea con el Alba bajo diversas formas de animales y crea o procrea "todas las parejas, hasta la de Hormiga".

También abundan las descripciones del Cielo y la Tierra en calidad de divinos progenitores. En algunos himnos, la diosa Aditi, ("la Ilimitada") queda en cinta de Daksha, el "arte ritual", da a luz a siete grandes dioses (llamados Adityas) y al sol, el octavo dios, que nace muerto. Después, los dioses crean el cosmos a partir del caos. Pero, al igual que Daksha nace de Aditi, este nace de Daksha, porque ambos principios son interdependientes.

Una de las deidades védicas menores es Twashtri, el carpintero o arquitecto divino, a quien algunos himnos atribuyen la creación del Cielo y la Tierra o de todas las formas. En dos himnos aparece la pregunta: ¿Cuál fue la madera, cuál fue el árbol con el que se modelaron cielo y tierra?, y en el segundo, en el que aparece Viswakarma celebrando el primer sacrificio, se añaden las imágenes del alfarero y el herrero, que se encuentran en más textos. Según otra versión, el papel cosmogónico de Twashtri es secundario: fabrica el rayo para que Indra mate a Vritra y fija así la tierra y libera las aguas. La muerte de Vritra a manos de Indra ejemplifica la creación mediante la oposición y la lucha, en las que se concede cierto grado de personalidad a las fuerzas del caos, aspecto éste un conflicto más amplio entre los Devas (los dioses benévolos con la humanidad) y los Asuras (los antidioses). En el mito sobre el batir del océano la encarnizada pugna de estos grupos se convierte en combate formalizado, en una especie de tira y afloja.

domingo, 27 de noviembre de 2011

India

En el transcurso de la historia, la cultura india ha estado sometida a una continua interacción entre los diferentes grupos religiosos, lingüísticos y sociales y de ella ha surgido unas mitologías de ricas texturas cuya diversidad y cantidad rivalizan con el cuerpo mitológico de toda Europa. Se conservan gran número de narraciones en las lenguas regionales del país, pero los mitos más populares se han extendido más gracias a su adopción a la lengua suprarregional, el sánscrito, y al haberse reunido en los Puranas, que a partir del siglo IV sustituyeron a las epopeyas (el Mahabharata y el Ramayana) como archivo de las tradiciones religiosas y míticas.

En esta rica variedad mitológica subyace un tema central, el de la tensión entre la creación y la destrucción. Un rasco característico del pensamiento indio consiste en el proceso mediante el cual el orden surge del caos y el universo vuelve a disolverse en el caos, siguiendo una pauta cíclica inmensa. Otro tema básico es que las cosas no son lo que parecen y que la realidad es en cierto sentido ilusoria. Entre todos estos detalles destaca la manipulación consciente de los materiales por parte de los narradores, que los desarrollan y transforman de modo que una forma del mito constituye una crítica deliberada de otras formas.

A medida que la religión fue desarrollándose y surgió el hinduismo, el grupo de dioses más antiguo del panteón védico (treinta y tres en muchos casos) dio paso al concepto del Trimurti, agrupación formal de Brahma con dos deidades que más adelantes serían las denominantes, Visnú y Siva. A Brahma se le considera el inventor, a Visnú el mantenedor y a Siva el destructor del cosmos. En épocas más recientes se optó por un grupo de cinco dioses (Visnú, Siva, Devi, Surya y Ganesha).


sábado, 26 de noviembre de 2011

Mitos Persas.

Ahura Mazda y la lucha entre el bien y el mal.

La religión de los antiguos persas solo se conoce por las escrituras zoroástricas, el Avesta, y sobre todo por el conjunto de himnos denominados Yashts. Los persas adoraban a las fuerzas de la naturaleza, pero también deificaban concepto y fenómenos sociales. Reconocían un dios supremo, Ahura Mazda ("el señor sabio"), el cielo que todo lo abarca. A él se oponía Angra Mainyu o Ahriman, dios de la oscuridad y de la esterilidad. Por consiguiente la vida consistía fundamentalmente en una batalla entre las fuerzas del bien y del mal. Entre ambas deidades estaba Vayu, dios del aire y el viento, y había otro dios importante, Tishtrya, dios de la lluvia, cuyo mito ejemplifica el relato del conflicto universal en Oriente Medio. Tishtrya desciende al océano cósmico en forma de caballo blanco con orejas y arreos de oro y se encuentra con Apaosha, demonio de la sequía, en forma de caballo negro. Luchan durante tres días y al principio vence Apaosha y la sequía domina la tierra, pero Tishtrya  recurre a Ahura Mazda, que le da de comer para fortalecerlo, hasta que vence a Apaosha y vuelven las lluvias. Otra figura de la mitología persas es Anahira, diosa de la fertilidad, origen de las aguas de la tierra, de la reproducción humana y del mar cósmico. El mito del dios desaparecido adopta la forma de Rapithwin, señor del calor del mediodía y de los meses estivales: todos los años, el demonio del invierno invade la tierra y Rapithwin se retira bajo tierra para mantener caliente las aguas subterráneas.

En el siglo VI o VII a. C., el profeta Zoroastro formalizó el dualismo inherente a la fe persa y Ahura Mazda pasó a ser la única deidad digna de adoración absoluta. Los principales mitos zoroástricos tratan sobre la creación: Ahura Mazda crea el universo benéfico, en el que está incluido Gayomart, el hombre arquetípico, pero Angra Mainyu, jefe de las hordas demoníacas, crea sus propios descendientes malignos: animales crueles, torbellinos, tormentas de arena y enfermedades que atacan el cosmos y destruyen su estado ideal. En última instancia, este conflicto debe acabar con la victoria del bien sobre el mal.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Ullikumi y Teshub

En los textos mitológicos hititas aparece una deidad especialmente importante: el tiempo atmosférico, Teshub, versión hitita de Habad. La posición destacada de Teshub se explica en dos textos, que tratan sobre la lucha por la jefatura del cielo entre los dioses jóvenes y los viejos.

El primer texto se centra en Kumarbi, padre de los dioses, que podría compararse con el sumerio Enlil. Sin embargo, Kumarbi no fue el primer dios. Antes de él, Alalu era rey del cielo, y lo depuso Anu. Entonces Kumarbi le declaró la guerra y le arrancó el pene de un mordisco, se impregnó de su esperma y al cabo del tiempo nacieron tres "dioses terribles", todos ellos aspecto del dios del tiempo atmosférico. En este punto la tablilla está mutilada, pero probablemente el siguiente episodio narra la derrota de Kumarbi. En el segundo mito, el Canto de Ullikumi, Kumarbidesea vengarse de Teshub, que lo ha destronado, y con la ayuda del mar, el caos personificado, tiene un hijo, Ullikumi, a quien coloca sobre los hombros de Upelluri, un gigante que vive en medio del mar. Ullikumi alcanza un tamaño enorme lo que preocupa a Teshub que organiza a los dioses para que le ataquen, pero la empresa fracasa y Ullikumi obliga a Teshub a abdicar,  Teshub acude al sabio dios Ea, que idea un medio para apartar a Ullikumi de Upelluri, fuente de su fuerza, y reune a los dioses para que reanuden la lucha. No se ha conservado el final del mito, pero casi con toda seguridad habla de la restauración de Teshub y de la derrota de Kumarbi y su hijo.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Mitos de los Hititas

Dragones y el dios perdido.

Los hititas, un pueblo no semita, se establecieron en Asia Menor a principios del II milenio a. C. y acabaron por crear un imperio que abarcaba gran parte del Oriente Próximo y que duró hasta 1225a. C., aproximadamente. El panteón hitita era mucho mas amplio que el mesopotámico, porque su religión absorbió los cultos de otros pueblos, como los hati (los anteriores habitantes de Asia Menor) y los hurritas (del norte de Mesopotamia). La religión babilonica también ejerció gran influencia y su panteón contaba con varias deidades babilónicas.

Los mitos hititas se agrupan en dos categorías principales: la muerte del dragón y el dios perdido. El mejor ejemplo de la última es el mito de Telipinu, dios de la agricultura e hijo del tiempo atmosférico. Por alguna razón inexplicable, a Telipinu le da por esconderse y su ausencia destruye la naturaleza y la sociedad. El trigo y la cebada no crecen, bueyes, ovejas y seres humanos no pueden concebir y las hembras preñadas no pueden dar a luz. Incluso los dioses tienen hambre. Las divinidades (especialmente la del tiempo atmosférico) van en busca de Telipinu. Finalmente lo encuentran y Telipinu regresa volando sobre un águila. La prosperidad vuelve a la tierra y se promete vida y fortaleza al rey y a la reina. Este relato quizás sirviera como invocación para inducir a un dios a que regrese a un fiel descarriado.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Baal, dios de las tormentas.

Los mitos ugaríticos mas importantes, que constituyen un ciclo de tres episodios interrelacionados, tratan sobre el joven dios de la tormenta Baal. Probablemente el conjunto es recitado en una gran celebración de otoño que conmemoraba el final del año agrícola y el deseo de que llegaran las primeras lluvias (al igual que la epopeya de la creación babilónica se recitaba en la festividad del Año Nuevo)

El primer texto habla de la victoria de Baal sobre Yam, el "mar". Tambien llamado Nahar ("río") y "dragón", "serpiente" y "Leviatán" en otros documentos ugaríticos, Yam es el equivalente de la Tiamat mesopotámica.

Al principio del mito, Yam reclama el poder regio y El, dios supremo, decide concedérselo, pero a condición de que primero venza a Baal. Esta parte del texto muestras las tensiones y rivalidades entre el viejo El y el joven Baal, que también aparecen mas adelante. Con la ayuda de las armas mágicas que le da el artesano divino, Baal entabla combate con Yam, le mata, desperdiga sus restos y se autoproclama rey, Yam representa las fuerzas ingobernables del caos que amenazan a los hombres y a la naturaleza. Al derrotarle, Baal demuestra que puede dominar el fluir de las aguas del cielo y enviar a la tierra la lluvia de la que depende la agricultura.

El segundo episodio se inicia con un gran banquete para celebrar la victoria de Baal sobre Yam, a pesar de lo cual Baal pasa a segundo plano, y sigue un relato de la sangrienta matanza de los fieles de Baal a manos de Anat, que quizás refleje la angustia de la población al final de la estación seca. Baal trata de dominar a Anat prometiéndole revelarle el secreto de las tormentas, que provocarían la lluvias portadoras de vida. A continuación, Baal se queja de no tener un palacio como los demás dioses y Anat se presenta ante El para pedirle que le conceda una casa a Baal, pero al principio El se niega. Por último, su consorte, Asherah, le convence, y sigue una descripción del palacio en el que se establece Baal, acontecimiento que se celebra con una gran fiesta. Tras esta narración se oculta un mito sobre el templo de Baal en Ugarit, semejante al edificio de Esagila consagrado a Marduk tras vencer a Tiamat. Al final, Baal se pregunta si existe alguien que pueda resistir su poder supremo y reta a Mot, dios de la muerte, monstruo primordial de la tierra (el paralelo de Yam, monstruo primordial del mar), y esto sirve de introducción a la tercera parte del mito.

El tema del último capítulo es la tentativa de Mot de usurpar el trono de Baal por medio de dos confrontaciones. En primer lugar, Mot obliga a Baal a someterse a su poder y a descender a los infiernos, provocando así la sequía estival. En ausencia de Baal y a petición de El, Asherah designa como rey a su hijo Ashtar, quien demuestra no estar capacitado para la tarea, y mientras tanto, Anat va en busca de Baal. Cae sobre Mot, lo mata, lo trilla y lo quema. Pero parece que sólo se presenta un aspecto terrenal de Mot, ya que en un episodio que rememora el peligroso viaje de Istar, Anat desciende a los infiernos para intentar convencer a Mot de que libere a Baal. Por último, y gracias en gran parte a la intervención de Shapash, diosa del sol, Baal regresa y recupera su posición anterior.

Después, Mot lanza su segundo reto: abandona su morada subterránea y se enfrenta cara a cara con Baal por primera vez. Se entabla una lucha que acaba con empate, pues aparece El y convence a Mot de que reconozca a Baal como rey.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Mitos Ugaríticos.

Monarquía y sucesión.

A partir de 1928, en las escavaciones del yacimiento de Ugarit (la actual Ras Shamra), al norte de Siria, se han descubierto numerosas tablillas con textos poéticos míticos que proporcionan testimonios de primera mano de la religión de los cananeos, tema sobre el que se sabía relativamente poco hasta entonces. Los textos se han fechado entre 1400 y 1350 a. C., aproximadamente, pero los mitos que contienen pertenecen a una época muy anterior: son creaciones de generaciones de cantores populares u oficiales, y algunos desempeñan un papel en la liturgia de los templos. Los mitos y las leyendas ugaríticas muestran muchos rasgos comunes con los mesopotámicos, pero también poseen características distintas.

Dos textos tratan sobre importantes aspectos de la sociedad cananea. El primero es la leyenda del rey Keret, que comienza con los lamentos del rey por la perdida sucesiva de sus siete esposas, hecho que destruye sus esperanzas de tener un heredero. El dios supremo El se le aparece en sueños y le ordena que invada un reino vecino y se case con Huray, la hija de su rey. Keret parte, tras haber prometido ofrecer a Asherah, diosa de la fertilidad, el peso de Huray en oro y plata si triunfa en su empresa. Consigue su objetivo, y al regresar, El le bendice y le promete que Huray le dará ocho hijos, al mayor de los cuales amamantaran Asherah y Anat. Los niños nacen en el transcurso de siete años, pero después resulta que Keret no ha cumplido su juramento a Asherah. El rey cae gravemente enfermo, no puede administrar justicia y la fertilidad de los campos disminuye. Se celebra una ceremonia en el palacio de Baal para que sobrevengan las lluvias, tras lo cual Keret recupera la salud y el trono y sofoca la tentativa de uno de sus hijos de destronarle. El relato proporciona numerosos datos sobre el concepto de monarquía tal y como se entendía en el antiguo Oriente Próximo. Se consideraba al rey una figura sagrada, el canal de las bendiciones que llevaba orden y fertilidad a la tierra y la sociedad, y sus súbditos sufrían o prosperaban al unísono con él.

La leyenda de Ahat presenta puntos semejantes. El patriarca Daniel (el mismo nombre de la Biblia) no tiene descendencia, pero a instancias de Baal, El le promete un hijo, Ahat. Cuando crece un artesano divino le da un arco y unas flechas. La diosa Anat  los codícia e intenta convencer a Ahat de que renuncie a ellos, pero él se niega y la diosa envía a su sirviente Yatpan para matarle, pero el arco se rompe en la lucha y el intento se va a pique. Después Baal retiene las lluvias y no hay cosechas. Daniel busca los restos de Ahat, los encuentra, los entierra en el panteón familiar y celebra ceremonias durante siete días.

No se conserva el final del mito, pero en opinión unánime de los expertos, narra la resurrección de Ahat, la vuelta de la fertilidad al país y quizás la recuperación del arco. Tras el relato bien podría ocultarse el mito original que explicaría la sequía estival y su fin, simbolizados por la muerte y resurrección de Ahat, mientras que el arco podría representar la constelación de Orión, cuyo nacimiento y ocaso coinciden al comienzo y final de la estación seca.

Existen otros dos mitos, en esencia teogonías, es decir, narraciones sobre el nacimiento de los dioses. Uno cuenta que El mantiene relaciones sexuales con dos mujeres, que probablemente representan a las diosas Asherah y Anat, y primero es padre de dos divinidades, Shachar ("Alba") y Shalim ("Crepúsculo") y después del resto de la deidades ugaríticas.

En el segundo mito se habla de los preparativos para la boda de la luna Yarik, con la diosa de la luna, Nikkal, en el transcurso de los cuales se convoca a las kotharat, las comadronas divinas, para que asistan al nacimiento de un hijo.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El mito del diluvio sumerio.

El mito del diluvio sobreviene en tres versiones cuyos rasgos básicos demuestran que proceden de un prototipo común. La humanidad ofende gravemente a los dioses y es castigada a instancias de Enlil, con un diluvio destinado a extinguirla; pero se salvan un hombre y su familia gracias a la intervencion del dios Enki o Ea. El mito sumerio se conserva fragmentariamente; pero constituye la fuente de las versiones mesopotámicas posteriores y descubre la institución de la civilización, la monarquía, las ciudades-estado y la irrigación en Sumeria.

Tras una laguna en el texto, aparece Enki hablando sobre la decisión de los dioses de destruir a la humanidad con un diluvio, a pesar de las protestas de Inanna, la diosa madre. Enki desea salvar al virtuoso rey Ziusudra y le cuenta las intenciones de los dioses hablándole a traves de la pared de cañas de su casa. En este punto vuelve a interrumpirse el texto, pero probablemente Ziusudra recibiría instrucciones para construir un barco, porque continua con una descripción de un diluvio de siete días, en los que "los vientos azotaron el enorme barco sobre las grandes aguas". Después aparece Utu, el dios del sol, en su barca, y devuelve la luz. Ziusudra sale para ofrecer un sacrificio An y Enlil, que parecen los causantes del diluvio. Aplacados, repueblan la tierra, renuevan la vegetación y por último conceden a Ziusudra la vida eterna, como un dios.

La tercera versión del mito se encuentra en la undécima tablilla de la epopeya de Gilgamesh, en la que el héroe Utnapishtim cuenta como sobrevivieron su familia y él, al diluvio- Relata como construye un barco en forma de cubo perfecto y ofrece una vívida descripción de los efectos de la inundación. Cuando remitieron las aguas, soltó una paloma, una golondrina y un cuervo para que inspeccionaran el terreno y a continuación abandonó la embarcación para ofrecer un sacrificio, alrededor del cual se reunieron los dioses para "oler el dulce aroma", detalles que establecen un estrecho vinculo entre el relato babilónico y el bíblico. Por último, Ea le dijo al encolerizado Enlil que no debía procurar la aniquilación de la raza humana sino castigarla, cuando fuera necesario, enviando animales salvajes, hambrunas o la peste. Enlil acepto el consejo y recompensó a Utnapishtim con la inmortalidad.

sábado, 19 de noviembre de 2011

El diluvio.

Destrucción y supervivencia.

El mito del diluvio constituye una dramática reflexión sobre las inundaciones impredecibles de los ríos Tigris y Eufrates, La historia más completa se desarrolla en la epopeya de Atrahasis. Se crea la humanidad para que sirva a los dioses y los libere de la necesidad de trabajar, pero al cabo de mil doscientos años la humanidad se multiplica con tal rapidez que el ruido que hace molesta a los dioses. Enlil se propone reducir su numero enviado primero la peste y después la sequía, que se repite dos veces, pero en cada ocasión fracasan sus planes gracias a la intervención del sabio Enki, que revela las intenciones de Enlil a Atrahasis, virtuoso rey de Shurupak, y le da instrucciones para contrarrestarlas. Por último, Enlil obliga a las demás deidades a que provoquen un gran diluvio y a que presten juramento de mantener en secreto.

Enki soluciona la situación no hablando directamente a Atrahasis, sino a la choza de cañas en la que vive el rey. Siguiendo el consejo de Enki, Atrahasis construye un barco en el que se refugia junto a su familia y varios animales cuando sobreviene el diluvio. Los dioses descubren que sin seres humanos carecen de sustento y necesitan volver a trabajar, por lo que lamentan lo sucedido. Al cabo de siete días remite la inundación y Atrahasis ofrece un sacrificio a los dioses. Al principio, Enlil se enfurece, pero acaba aceptando la continuidad de la humanidad. No obstante, propone una serie de medidas para limitar el crecimiento de la población: instituye sacerdotisas a quienes prohibe tener hijos e introduce la mortalidad infantil. Atrahasis es recompensado con la vida eterna y un lugar entre los dioses

viernes, 18 de noviembre de 2011

El mito babilónico de la creación.

La epopeya babilónica de la creación presenta un conjunto coherente. Centrada en Marduk, reelabora mitos mas antiguos protagonizados en un principio por otras deidades. Su objetivo consistía en justificar la posición de Marduk como deidad principal  y la importancia de su ciudad. El texto es un poema litúrgico de carácter mágico, cuyo recitado constituía parte integrante del festival primaveral de Año Nuevo, principal celebración religiosa de Babilonia destinada a renovar la creación.


Al principio nada existía, sólo Apsu, el océano de agua dulce y Tiamat, el océano de agua salada. De su unión surgió una serie de dioses, que culminó con los grades dioses Anu y Ea, que engendró a Marduk. Pero surgió el conflicto entre los dioses más jóvenes y las deidades primordiales. Ea mató a Apsu y Tiamat decidió vengarse. Reunió una horda de monstruos feroces, como el hombre-escorpión, con su hijo Kingú a la cabeza, a quien envistió con la "Tablilla del Destino", equivalente a los me sumerios.

Varios dioses trataron de someter a Tiamat, pero no lo lograron, y al final el panteón eligió a Marduk como jefe. Éste acepto con la condición de que fuera reconocido como rey de los dioses. Derrotó y mató a Tiamat, dividió su cuerpo en dos y con una mitad formó el cielo y con la otra la tierra. Le arrebató la Tablilla del Destino a Kingú, le mató y creó a la humanidad mezclando la sangre de Kingú con la tierra. Los dioses construyeron un templo en Babilonia para Marduk, con un zigurat.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Mitos de la creación.

Enki, Marduk y los decretos divinos.

Hay que descubrir la cosmogonía sumeria a partir de diversos mitos sobre los orígenes en los que intervienen varias deidades cuyas actividades no se pueden reconciliar fácilmente y parece reflejar la rivalidad entre los dioses de distintas ciudades de Sumeria. En última instancia, todo procedía del mar primordial, personificado por la diosa Nammu. Ella dio a luz al dios del cielo, An, y a la diosa de la tierra, Ki, de cuya unión nacieron los "grandes dioses" entre los que se contaba Enlil, causa del orden universal y responsable de la vegetación, del ganado, las herramientas agrícolas y las artes de la civilización. El hombre fue creado para servir a los dioses y proporcionarles sustento.

El mismo papel se atribuye a Enki, que habita en Apsu, el agua subterránea. En calidad de dios de la sabiduría, Enki posee los me, concepto fundamental en la religión sumeria. Los me  son decretos divinos preordenados (probablemente tablillas) que determinaba el desarrollo de todas las instituciones religiosas y sociales. Su posesión confería un poder absoluto, y por eso no puede sorprendernos que los dioses quisieran adquirirlos.

Un mito cuenta que la diosa Inanna fue a ver a Enki con tal proposito. El dios la recibió con un gran banquete y bajo la influencia del vino, le dio los me, cuya lista asciende a más de cien. Cuando se marchó Inanna, Enki intentó recuperarlos, pero la diosa rechazó a los emisarios con conjúros mágicos y llegó a su ciudad, Erech. Este mito explica el destacado papel de la ciudad y  de la diosa en Sumeria.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Tammuz, el dios moribundo.

Dummuzi, o Tammuz en hebreo, posee más de un aspecto. Aunque no era uno de los grandes dioses, la religión popular lo tenía en alta estima y su culto estaba muy extendido.

En uno de sus aspectos, Tammuz encarna la vegetación: en un relieve aparece sujetando algo que parecen una uvas que comen unas cabras y flanqueado por dos diosas cuyos vasos, de los que mana agua, proporcionan la humedad necesaria para los cultivos. Pero lo más importante es que representaba el dios moribundo arquetípico, y por eso se le asimiló a otras deidades del mismo tipo, como Adonis en la mitología griega.

El marchitamiento anual de la vegetación durante la estació cálida queda simbolizado por su muerte y cautiverio en los infiernos. Tammuz es el objeto de numerosas liturgias mesopotámicas  que lamentan su desaparición y la consiguiente desolación de la naturaleza, ritos celebrados principalemente por mujeres, incluso en Jerusalén, como demuestra una referencia de la profecía biblica de Ezequiel. Se cree asi mismo que también se celebraba ritualmente su resurrección, y si bien no existen pruebas de tal extremo, debido al hecho de que la estancia en los infiernos sólo durase ls mitad del año parece probable que su regreso a la vida constituyese eñ núcleo de un rito de primavera. No obstante, sólo Inanna (Istar) proporciona un ejemplo claro de la muerte y resurrección de una deidad en la literatura mesopotámica.

martes, 15 de noviembre de 2011

Istar y Tammuz

El descenso a los infiernos.

Inanna, o Istar en la versión acadia, es la diosa del amor sexual y la fertilidad, y también de la guerra, "la señora de las batallas". El mito más importante en el que aparece como figura central es el de su descenso a los infiernos.

No se da ninguna razón para el viaje de la diosa al inframundo, posiblemente se deba a que quiere extender su poder hasta allí. Antes de partir, ordena a su visir Ninshubu que vaya a ver a tres dioses distintos para pedirles ayuda en el caso de que no regrese. En los infiernos tiene que atravesar siete puertas, en cada uno de las cuales debe despojarse de una prenda de ropa y una joya, hasta quedarse desnuda y desprovista de todos lo poderes que estos objetos simbolizan. Se enfrenta a la diosa Ereshkigal, reina de los infiernosy hermana suya, e intenta apoderarse del trono, pero es condenada a muerte y cuelgan su cadáver en un gancho en la pared. Al sospechar que ha ocurrido una catástrofe, Ninshubu se presenta ante el dios Enki que, con la suciedad acumulada en sus uñas, crea dos seres asexuados y les entrega la Planta y el Agua de la Vida. Penetran en Istar y la reviven, pero sólo se permite salir a la diosa con la condición de que entregue a un sustituto. Abandona los infiernos acompañada por terribles demonios, y designa a su esposo Dumuzi para sustituirla.

El poema acaba con el discurso con el que se decreta que Dumuzi pase la mitad del año en los infiernos y su hermana Geshtinanna "señora de la vid" la otra mitad.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Las versiones sumerias.

Se conservan cinco textos sumerios sobre Gilgamesh, rey de Sumeria deificado en época posterior. Los escribas babilonios los entretejieron y reinterpretaron para crear una epopeya completa.

El tercer texto cuenta que la diosa Inanna envió al "Toro del Cielo" contra Gilgamesh después de que éste rechazara sus tentativas de seducción.

En el cuarto texto, Inanna quiere cortar un árbol para hacer una cama y una silla, pero no puede porque el árbol está defendido por varios seres demoníacos. A petición de la diosa, Gilgamesh expulsa a los monstruos e Inanna fabrica con la madera dos objetos, llamandos pukku y mukku, quizás un tambor y un palo rituales. Por alguna razón, ambos caen a los infiernos, y Enkidu va a rescatarlos. Una vez allí, no puede regresar; pero el dios Enki practica un agujero en el suelo, por el que sale la sombra de Enkidu, y le cuenta a Gilgamesh la triste situación de quienes están allí confinados.

Por lo general, la última composición de la secuencia se titula Muerte de Gilgamesh, pero el texto podría refererirse a la muerte de Enkidu. De todos modos, el tema de la inevitabilidad de la muerte y lo vano de las esperanzas de inmortalidad, ese es el mensaje de la epopeya de Gilgamesh tal y como se expresa en su versión más completa, la babilónica.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Gilgamesh

La gran epopeya de la mortalidad.

La versión más completa de la epopeya de Gilgamesh aparece en un texto acadio de ka biblioteca de Asurbanipal en Nínive. Gilgamesh, al que se describe como "dos tercios de dios y un tercio de hombre", oprime a sus súbditos en Erech, y cuando éstos acuden a los dioses para pedirles un homónimo que mantenga a raya a su soberano, los dioses crearon a Enkidu, el salvaje arquetípico, cubierto de pelo y que vive entre las bestias. Enkidu pierde sus características al mantener relaciones con una prostituta, que le introduce en la civilización. Después entabla combate con Gilgamesh, tras lo cual se hacen amigos íntimos y se embarcan en heroicas empresas, como matar a Humbaba. Al regresar a Erech, la diosa Istar invita a Gilgamesh a ser su consorte, pero él la rechaza, despectivo. Enfurecida, la diosa envía al "Toro del Cielo" para que le ataque, pero Gilgamesh y Enkidu matan al animal.

Los dioses deciden que Enkidu debe morir por haber participado en el asesinato de Humbaba y del Toro. Ante la suerte que corre Enkidu, Gilgamesh comprende la realidad de la muerte, y se propone descubrir el secreto de la vida eterna. Atraviesa las Aguas de la Muerte, va a ver al único hombre que ha obtenido la inmortalidad, Utnapishtim, que le habla de una planta que da la inmortalidad y que crece en el fondo del mar. Acompañado por el barquero de Utnapishtim, Gilgamesh recoge la planta, pero antes de que pueda usarla se la roba una serpiente (así es como obtiene el don del rejuvenecimiento este animal, que cambia la piel). Gilgamesh regresa a Erech y enseña su magnífica ciudad al barquero.